VUELTA DE HOJA

La mayoría de nosotros

A mí no me han consultado, pero eso altera mínimamente la opinión pública. Todos somos un número más, pero ninguno un número menos. Esa es la grandeza de la democracia, que será más grande cuando todos los que emitan su opinión la hayan elaborado con responsabilidad. Ahora resulta que la mayoría de los españoles prefiere vivir con personas del mismo origen, esos que cuando estaba vigente la palabra se llamaban compatriotas, a convivir con personas venidas de otros lugares. No es que detesten a los extranjeros, sino que puestos a escoger, se sienten mucho más a gusto si el vecino del segundo a la derecha es un señor de la provincia de Ciudad Real que si es procedente de Rumania o Ecuador.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Esto es una realidad, por lo tanto algo muy respetable, y hay que aplazar el análisis de si es algo bueno o algo pésimo. De momento es algo que está ahí y que existe. Los factores étnicos gravitan en nuestra sociedad y la pregunta de los últimos barómetros del CIS no deja lugar a dudas: los españoles prefieren a la gente de su mismo origen, a pesar de ser tan hospitalarios. No es que reprueben que la selva de las razas humanas les dificulte ver el bosque común, es que quieren que no les impida ver los árboles, para que cada cual se cobije en el que más le abriga en épocas de crisis, bajo los inmisericordes cielos.

Cuenta Alvin Toffler el experimento que hicieron algunos antropólogos, para deducir conductas extrapolables, de teñir de verde a un irresponsable pollito de una camada: lo mataron los demás a picotazos. Creían que era un intruso y, por lo tanto, una amenaza. No somos como pollitos, pero sí algo gilipollas.