NADANDO CON CHOCOS

Al vaivén de su carreta

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Miami, Florida, la pequeña Habana o la grande. Calor húmedo. Al sur, en dirección a la isla se vio un fuego artificial. La orquesta tocaba cadente Al vaivén de mi carreta en aquel lujoso salón. «¿Cuándo llegaré? ¿Cuándo llegaré al bohío?» Bailaban sin querer escuchar la letra, sin ganas casi de lastimarse. Se hubiera dicho que sonaba la guitarra de un Elíades Ochoa en las calles de Santiago. «Al vaivén de mi carreta nació esta lamentación. Compay, oiga mi cuarteta. No tenemos solución». Quizás porque conviene no mover algunas espinas para que no se claven más hubo más discreción en los comentarios de la efeméride. En 1959 Fidel Castro triunfaba en Cuba. Medio siglo después, su hija Alina tomaba discretamente el camino a casa después de comer las doce uvas más rápidas de la historia.

Pesaban sin decirse los años fuera de la tierra, los familiares que se fueron sin abrazos, las revanchas. No se contaron los arrestos, las amenazas, los balseros, los números del destierro. Ni se habló de las injusticias de allí, ni de las de aquí; de las de antes ni las de después. A la hora de buscarse una jodienda, cada uno tiene la suya y el tiempo no aporta nada, si no es cansancio, como una ley de Hooke aplicada a las entrañas de los fantasmas que temen los hombres. «Si el muelle se deforma más allá de cierto punto, no volverá a su tamaño o forma original». En ese momento no vale la pena pensar en el pasado, si no es para cantarlo en una canción. No se alcanza ya a discutir de sobre lo que fue, lo que debió ser y ni siquiera de lo que será algún día. En Miami y en la Habana, en Nablús y en Tel Aviv, Nueva York y en Mosul hay demasiados muelles rotos que pasaron hace tiempo su punto de fractura, apilados en un gran montón de chatarrería de sentimientos y callejones sin salida. ¿Qué hacer? Abrazarse, brindar por el nuevo año y tararear una guajira. A los corazones que duelen no les vale la lógica. Ni todos los matemáticos del planeta reunidos en sesuda convención darían con el precio exacto que hay que pagar por cambiar el mundo.