VICTORIA. El equipo español de Copa Davis, con la ensaladera, celebra el triunfo en la final. / AFP
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Un año para enmarcar en la historia

España cierra su mejor temporada tenística con un gran número de triunfos a nivel individual y colectivo

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Este año quedará en los anales de la historia del tenis español. Una serie de triunfos encadenados dieron a nuestro país el rango de Armada Invencible a la que ni siquiera los elementos pueden detener. El rosario de victorias, lideradas por Rafael Nadal, pero también sin él, ha sido inigualable. El tenista balear logró su cuarto Roland Garros consecutivo para, a continuación, conseguir un doblete histórico venciendo en Wimbledon, el primer triunfo de un español desde que lo hiciera Manolo Santana. A continuación consiguió el número uno del mundo desbancando al que ha sido considerado como el tenista perfecto, Roger Federer. Lo hizo amparándose en una base de triunfos en torneos repartidos a lo largo del año: Hamburgo, Montecarlo, Queen's, Conde de Godó y Montreal.

No contento con eso, el jugador alargó su temporada yendo a los Juegos Olímpicos donde conseguiría el oro para el equipo español. El desgaste fue excesivo para el campeón español que, a la par que conseguía el Príncipe de Asturias por sus valores tanto deportivos como humanos, caía lesionado.

Una sólida base

Fue entonces cuando se vio que el dominio de España en el tenis mundial iba más allá del jugador balear. Dejó a nuestro equipo de Copa Davis al borde de la Ensaladera con un sonado triunfo en Las Ventas ante Estados Unidos, pero luego vendría un difícil compromiso jugando la final ante Argentina y en tierra ajena. No obstante, Sánchez Vicario demostró que también sin Nadal España tiene unos grandes jugadores. Derrotaron a los argentinos a domicilio y en medio de un ambiente adverso con el do de pecho de jugadores como Feliciano López o Fernando Verdasco y se trajeron la tercera Ensaladera del tenis español, la primera a domicilio.

Junto a los grandes triunfos de Nadal y del equipo nacional, se ha visto un aumento del nivel de juego de casi todos los tenistas españoles. Quitando a David Ferrer, cuyo decaimiento anímico ha sido notorio a lo largo del año (enpezó el cuarto y acabó el doce), el resto ha completado una gran temporada. Verdasco ganó en Umag, alcanzó buenas rondas en muchos torneos, y acabó el 16 del mundo, dos por debajo de Nicolás Almagro, otro que subió como la espuma y al que sólo una inoportuna lesión de muñeca frenó en su trayectoria.

Robredo tuvo un bajón a principio de temporada pero, mediada esta, se estabilizó para acabar el 21. Otro que subió mucho fue Feliciano López. El toledano había estado rondando el número cien del mundo, pero su duro trabajo con el nuevo capitán del equipo Davis, Albert Costa, le hizo subir al número treinta. Moyá, en franca recesión, acabó el 41 mientras que las lesiones masacraron a Juan Carlos Ferrero para mandarle al puesto 45. Sin embargo, también se ha visto progreso en jugadores jóvenes como Guillermo GarcÌa López y, sobre todo, Marcel Granollers.

Sin embargo, aún quedan retos: el Open australiano, que se muestra reacio, el US Open de y el nuevo desafío de la Davis, esta vez con buenas perspectivas. Empezamos en febrero ante Serbia, en casa y casi todas las eliminatorias que nos puedan tocar luego si ganamos a los Djokovic y compañía las jugaremos en tierra propia.

Para abrir boca, el año empieza con un Nadal-Federer en Abu Dhabi, una exhibición que será el preludio de lo que vendrá a continuación.