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Mover la balanza

VUELTA DE HOJA Quienes llevan un largo tiempo, o por lo menos un tiempo que se nos está haciendo muy largo, haciendo las cosas mal, para colmo se llevan mal entre ellos. Los jueces se enfrentan en bloque a la ofensiva gubernamental contra el Consejo General del Poder Judicial. Montesquieu no gana para disgustos, pero hay que reconocer que los señores jueces tampoco tienen unos sueldos excesivos. La gente de la calle, entre la que se incluye a mucha que también tiene despacho, cree que funciona entre ellos un excesivo corporativismo y que su lema es que entre fantasmas no hay que pisarse las sábanas. El caso de la infortunada niña Mari Luz ha sido el detonante. La ridícula sanción impuesta al juez Tirado -una multa de 1.500 euros- que le saldrá más o menos como su nombre indica- ha provocado el mayúsculo lío, pero se dice que la misericordia es un valor más alto que la justicia, aunque sea menos exacto.

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Al presidente Zapatero, tan poco proclive a indignaciones, le ha sentado muy mal la levedad de la sentencia y ha anunciado reformas legales urgentes, o sea, las que debieran haberse hecho antes. Nadie ignora que la justicia es de linaje divino y que aplicarla en este planeta suburbano tiene muchas dificultades.

Siempre ha sido así. Quevedo, que tenía una especial inquina a los jueces, habló de uno que las leyes con las que juzgaba «menos bien las estudias que las vendes». Le reprochaba no saber escuchar ruegos baratos «y sólo el que dé te quita duda, no te gobiernan textos sino tratos». Nuestros clásicos no sólo tenían razón, sino que estaban seguros de que iban a tenerla por mucho tiempo. Otra cosa es que en este momento histórico no le convenga a nadie que se enfrenten los poderes. Están tan débiles que el combate puede suspenderse por falta de combatividad.