Zapatazos de discordia
El intento de agresión a Bush agranda aún más la brecha entre el pueblo iraquí y los principales partidos
Actualizado: GuardarMuntazir al-Zaidi sigue en dependencias policiales a la espera de juicio. El lanzamiento de sus zapatos a George W. Bush durante la rueda de prensa de despedida del presidente estadounidense de Irak podría acarrearle una condena de hasta quince años de cárcel por «agresión a un jefe de Estado». Hace una semana del incidente, pero no han cesado las protestas en las calles iraquíes y de todo Oriente Próximo pidiendo la libertad de este periodista de 29 años del canal de televisión vía satélite Baghdadiya.
La que ya ha sido bautizada como 'la revolución del zapato' ejemplifica la situación del actual Irak en el que la clase política y la sociedad viven en mundos diferentes, mundos separados por enormes bloques de cemento, compañías de seguridad privadas y millones de dólares en comisiones para la reconstrucción del país árabe. Después de cinco años de guerra sectaria, los suníes y chiíes de a pie se manifiestan estos días unidos pidiendo la libertad de Al-Zaidi. «Su gesto resume el sentir del pueblo iraquí», señalan una y otra vez ante los medios los ciudadanos anónimos que entrevistan los canales de televisión. Pero no todos los iraquíes piensan que Bush recibió la despedida que merecía.
Los principales partidos políticos del país mesopotámico, con el Consejo Supremo Islámico de Abdul Aziz al-Hakim a la cabeza, han censurado el intento de agresión. La oficina del primer ministro, Nuri al-Maliki, lo ha calificado de «acción bárbara» y el resto de formaciones en el Parlamento, a excepción de los Sadristas, formación chií del clérigo Moqtada al-Sadr, comparten este punto de vista. Ninguno de los grandes partidos tomó parte en la concentración organizada por el grupo de Al-Sadr a las puertas de la Zona Verde para solidarizarse con el reportero detenido.
Las tertulias televisivas y los medios impresos de Irak y de los millones de iraquíes que viven en el exilio no hablan de otra cosa. «¿Se hubiera atrevido a lanzarle el zapato a Sadam?», es una de las preguntas retóricas lanzadas por los partidarios del Gobierno para ensalzar el grado de libertad alcanzado por el país. Desde el Kurdistán iraquí, el analista del 'Kurdish Globe', Bashdar Pusho Ismael, lamenta que se eche a los americanos «la culpa de todos los males presentes cuando el propio Bush, en el fondo, cumplió con su palabra y acabó con el auténtica arma de destrucción masiva de Irak: Sadam Hussein».
Mientras los servicios de inteligencia americano se echan las manos a la cabeza por el grave error de seguridad que propició el doble lanzamiento de zapatos contra el presidente, la clase política iraquí toma posiciones ante las próximas elecciones provinciales. La agresión a Bush dejó en un segundo plano la firma del acuerdo de seguridad que permitirá a las tropas norteamericanas seguir en suelo iraquí durante tres años más. Un periodo en el que seguirá acentuándose la fractura entre políticos y ciudadanos en un país donde, como señaló el dirigente republicano el día de su accidentada despedida, «la guerra no ha terminado».