La FIA se obsesiona con un mar de novedades para alcanzar la quimera de una F-1 igualada y menos cara

En busca de la fórmula ideal

«Usted primero, por favor». Así le gustaría a la Federación Internacional (FIA) que se desarrollara el protocolo de la lucha en pista en la máxima expresión de la velocidad sobre cuatro ruedas. El mundo de la Fórmula 1 es un coto cada vez más cerrado. Bueno, siempre lo ha sido. Lo que pasa es que sus mentores ahora se han visto atacados por un virus de origen desconocido por el que quieren conducir la sublimación del deporte del motor a una versión de carreras de super karts. Cuando la tecnología comenzó a variar radicalmente el mundo de las carreras en la década de los 80 y 90 llegó el momento de tomar cartas en el asunto porque los pilotos caídos en acto de servicio eran la prueba palpable de que el show se le estaba yendo de las manos a quien correspondiera. En nombre de la seguridad llovieron, diluviaron cambios, variaciones, alteraciones en el reglamento.

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Los coches eran más seguros pero ello no implicaba igualdad por real decreto.

Con la peregrina excusa de limitar los costes (es imposible meter mano en las principales escuderías para conocer realmente sus inversiones) y dotar de mayor atractivo a la competición (virgencita, que la dejen como está), la FIA se ha puesto manos a la obra y ha salpimentado el reglamento de 2009 con cambios, novedades y especificaciones que no tienen pinta de solucionar nada. En lo deportivo, ni de lejos. Ferrari y McLaren seguirán con algún que otro cuerpo de ventaja sobre BMW y Renault y el resto.

Incertidumbre

Obsesión por los adelantamientos. Es el tópico de cada temporada. Lo más o menos imposible que resulta superar a un rival en depende qué circuitos. A veces, para adelantar a un oponente, hacen falta más buñuelos -que diría el protagonista de Kung Fu Panda- que caballos de potencia. Además de pretender llegar a una F-1 lo menos cara posible, se busca la igualdad. En ninguna competición de ningún deporte en ningún rincón del planeta se da esta premisa. El deporte, per se, se nutre de buenos, regulares y malos, o humildes o cualquier adjetivo que se le incluya para restarle dureza. Por eso, equipos, pilotos y aficionados no dan muchos euros porque los cambios anunciados para 2009 vayan a mejorar este producto.

Prohibiciones

Y es que ni los propios interesados lo tienen claro. Por ejemplo. ¿Cómo se les incita a rebajar costes? Aumentando la vida de los motores, con un máximo de ocho propulsores por coche y año más otros cuatro para entrenamientos. Vale, pero no es en ese concepto en el que se escape la mayor parte del presupuesto. Quedan prohibidos, además, los entrenos privados durante el calendario al margen de los especificados en los fines de semana de Gran Premio. Las sonrisas afloran. ¿Van a poner satélites para ver qué se cuece en Fiorano o Maranello durante el año, los centros de operaciones de Ferrari?

Se va a limitar el personal en boxes. Sólo habrá alerones delantero y trasero, simples y perfectamente reglados. Podrían llegar más novedades: la supresión de los repostajes, las medallas en vez de puntos que ha parido hace poco Bernie Ecclestone un día lluvioso de invierno... De momento, habrá que esperar para ver cómo son los nuevos bólidos de F-1. Y el KERS (sistema de energía de recuperación cinética) quizá acabe usándolo algún equipo para tener un botón más en el volante, el de la superpropulsión... Es la F-1, para lo bueno y lo malo.