MIRADAS AL ALMA

Cuando el aire soñó al viento

Todo lo que he amado es un céfiro viento; todo lo que sigo amando hoy, me sigue calando como este penetrante viento. Será que el amor y el sentimiento es como el viento, pues éste aviva los rescoldos de romances perdidos y quema a los amores de Roma. Si mis huesos, si mi nuca, si mis dedos no sienten ese sutil hormigueo de frío escalofrío, es que ese sentimiento no me es emocionante. Todo arte clásico, taurino o flamenco que me ha dolido y conmovido, me insinuó su llegada como leve brisa de viento. Mas vuelve a mí a su capricho, como misma brisa que, silenciosa, canta y ruge acompasada, reviviendo aquellos momentos de goce eterno. El viento, en su dédalo salvaje, no huye ni escapa sino juega entre circenses piruetas desnudas que tiemblan y se abrazan. Este helado vientecillo del norte que visita nuestro sur es como las grandes sensaciones que nos hielan el esqueleto: como el arte, el misterioso arte que se muere de frío. Pues el arte es ese escalofrío que nos desnuda de todo, ni piel ni carne, sino tuétano y sangre.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Yo veo, entre hojas secas en la naturaleza del campo, cómo el aire quiere ser viento, pero lo intenta y no puede, pues ni es tan pícaro ni tan rápido ni tan intenso. El aire sólo puede ser sombra del viento que éste deja atrás, como estela de una brillante y fogosa estrella fugaz. Las olas del mar, que son toreras, intentan templar su acometida brava, y a veces hasta duerme al congelado viento entre la blanca espuma de su almohada. Los besos azules que una oscura noche di, son hoy brisas que me secan los labios y se transfiguran en lágrimas púrpuras. Yo deseo morirme de frío, ése que yo ansío y entiendo, y que me lleve del sur al norte entre riscos nevados y olas de mares. Mientras, el aire susurra a los olivos que en sus noches sueña con ser viento.