JUNTO A LA CARRETERA. Una joven 'hace la calle' ayer en El Puerto / FRANCIS JIMÉNEZ
Ciudadanos

La Asociación Pro Derechos Humanos calcula 3.100 prostitutas en la provincia

Las trabajadoras nigerianas, rumanas y brasileñas son las que proliferan en un empleo copado por mujeres inmigrantes

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Llevan el estigma de «mujer mala» cosido a la espalda. La prostitución se encarga de «aniquilar los derechos y libertades de las personas». La Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDH-A) ha presentado los resultados de un trabajo de campo, elaborado a pie de calle por voluntarios de la entidad desde el año 2001.

Los informes se basan en los casos personales que han pasado por la red de atención, puesta en marcha por la APDH-A en Cádiz. En los últimos tres años, han escuchado a 293 personas envueltas en la prostitución. De éstas, 280 eran mujeres, ocho transexuales y cinco hombres. Son sólo una pequeña parte de l.750 trabajadoras en clubes en la Bahía de Cádiz, si se toma la media de 15 empleadas por establecimiento. Según este criterio, Algeciras, por sí misma, sumaría otras 1.380 prostitutas. El total ascendería a 3.105 ejercientes, sin contar quienes ocupan las calles y pisos. «La invisibilidad de la prostitución dificulta la contabilización», explica la responsable del proyecto, Inma Galas.

Nigerianas, rumanas y brasileñas son, por este orden, las nacionalidades más castigadas en un gremio que en un 99% ata a inmigrantes. La media de edad se sitúa en torno los 18 y 30 años. Además, soportan cargas familiares dentro o fuera de su actual lugar de residencia. Muchas son madres solteras.

Las dificultades propias de la profesión se enrevesan con las que ya plantea la Ley de Extranjería. Gala apuntó que esta normativa «reconoce la mano de obra y el empleo», por lo que la prostitución queda fuera al tratarse de una actividad «que no es legal pero tampoco ilegal».

La APDH-A ayuda al colectivo de profesionales en medidas sociales y sanitarias. Pero el avance queda lejos. «La normalización llegará cuando una de estas personas pueda sentarse a hablar sin que la señalen con el dedo», apunta la coordinadora.