La provincia y su resaca
Actualizado: GuardarNo hay aún estudios que demuestren científicamente que Cádiz se levanta tarde, pero es seguro que se acuesta pronto. Meterse en la jungla pastillera de broncas y minifaldas de algún corralito after ya no está en los planes del que firma, así que no queda otra que coger el sobre o tragarse la duda existencialista del Teletienda y hacer surf por las mañanas. Excesos lisérgicos al margen -uno nunca estuvo para esos trotes-, Cádiz se ha convertido en una de esas ciudades que viven inmersas en una monumental y eterna resaca de las de boca seca, sofá y frío interior.
Hay una edad para todo y los 3.000 años de vida de la ciudad le están pasando factura. A Dionisos hace tiempo que lo echan de los bares. Al menos de los Pubs de reggaeton, garrafa y cola con portero musculado y con pinganillo. ¿En Cádiz? La Humanidad no se lo cree.
La música siempre está muy alta, el sueño de los vecinos muy ligero, no quieren que la playa sea una discoteca y tampoco gustan las terrazas en los paseos marítimos. Cualquier excusa es buena para mandar a los del Asturias patria querida con la música a otra barra, ya sea en El Puerto, o incluso -oh, cielos-, Sevilla. A falta de barcos, exportan nocturnos y alguien pretende que el reclamo que atraiga visitantes de todo el mundo y acabe con la miseria de Cádiz por sí solo sea su pasado romano.
El Ayuntamiento propone un notable programa de conciertos en vivo. Al tiempo, a pocos metros del Consistorio, un bar programa música todos los días, flamenco al mediodía y lo que caiga por la noche. Lástima que no pueda anunciarlo: protestan dos vecinas, no tiene licencia para música y no puede anunciar nada, con lo que nadie se entera.
Mientras, la horda vitaminadas de robots que escupe de madrugada la Punta de San Felipe arrasa desde hace años los retrovisores de los coches en la Muralla de San Carlos y escupe a los sin techo. Nadie lo ve. Todos duermen.