Hubo un tiempo
Actualizado: GuardarHubo un tiempo feliz, no muy lejano pero que se me antoja prehistórico, en el que los aficionados al rock, al hard rock y al metal nos quejábamos de lo difícil que era asistir a un concierto de bandas importantes en nuestro amado territorio foral. La camaradería del mundo del heavy se forjaba en viajes de autobús organizados por garitos, en los que la horda de melenudos asaltaba tierras madrileñas, francesas...
Los años pasaron, y cuando el que esto escribe ya no podía cumplir los 25 comenzaron a prodigarse los conciertos de bandas más punteras. Eran todavía tiempos felices, en los que uno se acercaba a alguno de sus bares o tiendas de discos preferidos, pedía las entradas y el amable dependiente o barman sacaba el taco, pagabas y listo.
Luego llegaron los sistemas electrónicos. Los cajeros de Caja Sol y La Caixa, la puñetera venta por internet que, decían todos, democratizaba el acceso a las entradas y evitaba la perniciosa reventa. Vinieron los Stones y tuve mi primer desencuentro con ese sistema, pero lo conseguí, no sin pasarme horas y horas probando en cajeros.
Internet y el nefasto Tick Tack Ticket entraron en juego, demostrando que las autopistas de la información de este país son como la A-4 un día lluvioso, y comenzó a ser misión casi imposible conseguir entradas para un concierto mínimamente masivo (mientras corrían entradas por los despachos de ayuntamientos, Diputación, empresas privadas...), con lo que muchos fans nos quedamos sin ver a U2 o Springsteen. Hubo un tiempo feliz, en el que yo comentaba que si venía AC/DC no me lo perdería por nada del mundo No pensaba que, cuando ese día llegase, Tick Tack Ticket existiría para amargarme, de nuevo, la vida
José Hernández. JErez.