VELADORES DE HUMO

Elogio del frío y anticipo de diciembre

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Cuando el gra/vuela ba/y se posa en los balco/hace un frío del cara/que te hiela los cojo..,/

Ayer, ya vencida la tarde, iba yo paseando por el centro camino del tabanco de mi amigo Lolo cuando, al pasar por San Dionisio, de pronto, pareciome Jerez una Segovia sin Acueducto ni cochinillo; una Salamanca sin novia; un Burgos sin morcilla ni Tizona; una Soria sin Machado que la cante. !Coño, que frío!

Ya lo había pensado antes, en otras ocasiones en que el frío o la lluvia desalojan este pueblo. Que esta ciudad, quizás por la calidad y la noble color agotada de sus viejas piedras, se aparece más castellana que mudéjar, más cristiana que mora.

Pero no, la ilusión se desvanece al pasar por lo de Faustino y el puesto de Sallago. Sin discusión, esto tiene toda la pinta de ser Jerez.

Además, que yo he pasado frío en Soria y nada, pero nada, que ver.

Fue allá por enero del ochenta y uno que, a mi primo Fernando Muñoz y a mí (uno es más de primos que de hermanos), nos dio la ventolera de pasar la noche en la misma pensión en que durmió Machado cuando llegó. Tan era la misma, tanto, que casi nos quedamos pajaritos, mi primo y yo, en aquella habitación helada. Parece imposible que hubiera un tiempo en que uno fuera aún más tonto que ahora, pero sí.

Ha llegado el frío, y uno quisiera hacer el elogio de este extraño que limpia el aire y acelera el mosto, este intruso de mesa camilla y recuerdo de brasero con picón y alhucema. Para comprobarlo, hoy jueves allá que me voy de nuevo a San Pablo, a probar el mosto de Jesús, y que me cuente si tenemos, o no, ajo caliente este fin de semana; parece que sí.

Suerte la mía de encontrarme al matrimonio Menacho (Vizconde de Mena y señora); parada obligatoria en Las banderillas, donde Inma y Rafa nos dan un homenaje de alcauciles, en todas sus variedades, a los emperadores de la lencería jerezana y este humilde cronista y su inseguro servidor.

La memoria del frío es el calor de la cocina de mi madre: el crepitar de los pestiños temblando en la perola, las torrijas borrachitas y la bandeja de rosquillos calientes. La memoria se construye con los sentidos, y uno presiente la Navidad en este frío de comida de viña, de villancico picante y paladar dulce; de cura lascivo y San José calzonazos; de candela y aguardiente.

Una vez muerta mi madre, y dado mi escaso acomodo familiar y nula efusividad, encontré un sustituto aceptable en San Miguel.

«Torno de la calle Barja,/ pestiños sin pecado concebidos,/Ave maría de pastas;/Ave María de rosquillos.»

Nota: Magdalena Murciano inaugura mañana exposición en la Sala Cal. Allá que estaremos, y no por obligación. Aunque de vez en cuando me guste bromear sobre algunos personajes jerezanos que parecen omnipresentes, no dejo de cavilar en que sería acosejable que existieran muchos más como ellos, con la curiosidad intacta y la energía. Desde luego a mí me ganan por la mano. Mis disculpas si se han tomado a mal mi más que dudoso humor.

De todas maneras seguiré buscando a Wally en los alrededores de donde se encuentre Faustino. Una semana más aquí me tienen, desde mi agradecido velador del Shema, en el rincón de la Victoria.

rafabtoledano@hotmail.com