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Complices por omisión

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Ha violencia machista se saldó el año 2003 con 98 mujeres asesinadas en España; 2004, con 108; 2006, con 93; 2008 lleva contabilizadas ya cerca de ochenta.

Silencio, ¿cuánto silencio! Las gentes callan lo que saben, lo que los patios de manzana radian, lo que las paredes hablan, lo que los ojos bajos ocultan: mujeres agredidas, humilladas, acosadas, violadas, maltratadas. Asesinadas. '¿Huy, chica, qué dramático lo cuentas!'. ¿Cuántas muertas más podrán ser ignoradas por nuestra conciencia?

Somos cómplices. El silencio nos delata. Sabíamos lo que estaba ocurriendo, lo oíamos; lo podemos prever y lo estamos permitiendo. La ley establece la obligación de asistir y prestar socorro. Tanta ciudadanía cómplice. Tantos voluntarios y voluntarias del patriarcado, que reafirma su poder en la opresión de las mujeres. Tanto poder público irresponsable. ¿Tanto silencio! Tanto silencio que se oyó en el funeral: '¿Esta foto es mía!', congelando el llanto contenido, aumentando la sensibilidad ya herida. La concurrencia vio horrorizada cada palabra negra de aquella voz, que quedó allí suspendida sobre el ataúd de la víctima, de la mujer asesinada por su pareja. '¿Esta foto es mía!', frase lapidaria surgida de la voz política. (Una persona política le recriminó públicamente a otra su presencia en el funeral, recordándole que la aparición pública en estos actos debía ser sólo suya, y que no le quitara el protagonismo ante los medios de comunicación). Rostros demudados, corazones helados, protestas enmudecidas, incredulidad al reconocer la voz de la (ir)responsable política.

Los proyectos públicos serios para erradicar la violencia machista aparecen confundidos entre tantos otros con finalidad cosmética, que pretenden alcanzar lo políticamente correcto sin modificar nada, sin destinar los recursos necesarios para ello, y ponen continuos obstáculos al cambio hacia una sociedad más igualitaria.

Las mujeres muertas no dan votos. Demasiado a menudo parece que lo que se aprecia es la oportunidad de la foto. Y para la mujer asesinada no hay reposo. Los buitres vinieron a comerse sus ojos.

Hoy, 25 de noviembre, debemos reconocer los avances en esta materia, diferenciar los proyectos comprometidos de aquellos faltos de contenido, reclamar el compromiso ciudadano, hacer visible la aportación de la lucha de las mujeres por el avance hacia una sociedad más igualitaria y la aportación de algunos hombres que rechazan abiertamente la violencia machista, y expresar públicamente la deuda con el movimiento feminista de América Latina que el año 1981 decidió conmemorar esta fecha como Día contra la violencia hacia las mujeres, en memoria de las hermanas Miraval, asesinadas en 1960 por orden del dictador de la República Dominicana.