Rubalcaba dice que ETA tendrá «un antes y un después» tras la caída de 'Txeroki'
El ministro de Interior asegura que la organización terrorista «está engañando a sus presos»
Actualizado: GuardarEl ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, aseguró ayer que la detención del jefe de ETA, Garikoitz Aspiazu Rubina, Txeroki, «va a tener repercusiones en el seno de ETA». El máximo responsable de las Fuerzas de Seguridad del Estado (FSE), además, avanzó que la presión sobre la organización va a aumentar. «Los terroristas la van a sentir mucho más», anunció.
Los expertos de la lucha antiterorista creen que la caída de Txeroki se ha producido en un momento de división interna de la banda, por lo que las tensiones sobre su futura estrategia podrían incrementarse a medio plazo. Aunque a corto plazo no se espera un cambio de postura ni la apertura de debates, sí que se espera que los sectores más críticos con la línea dura propugnada por Garikoitz Aspiazu podrían intentar volver a poner su mensaje sobre la mesa de discusiones. En este sentido, las voces más moderadas resultaron orilladas en la asamblea epistolar celebrada el pasado verano entre las bases de la organización. No sólo sus propuestas fueron aplastadas. Según se ha sabido, la dirección etarra abrió un proceso de expulsión a los principales responsables del aparato político de la banda, que habían llevado el timón de la banda durante el proceso de diálogo con el Gobierno. Los tres expedientados son Francisco Javier López Peña, Thierry; Igor Suberbiola y Ainhoa Ozaeta.
El ministro Rubalcaba, en este sentido, afirmó que «es evidente que va a pasar algo (dentro de la organización) y que hay una ETA de antes de Txeroki y otra de después». «Alguien tan importante en la banda terrorista no se va a la cárcel sin que se produzcan una serie de consecuencias internas», insistió en declaraciones a la cadena Ser. Para reforzar estas tesis, el ministro explicó la figura de Txeroki, que había conseguido alzarse al puesto de máximo jefe de la banda. Según Rubalcaba, la caída de Thierry hace seis meses había supuesto que Aspiazu Rubina «quedase al frente de todo, tanto del aparato político como del militar. Por tanto, era el máximo dirigente: el que mandaba a los comandos y el que ordenaba los asesinatos».