JUVENTUD. Vasco ha aportado nuevos aires a la CNTC. /LA VOZ
EDUARDO VASCO CÍA. NACIONAL DE TEATRO CLÁSICO

«El teatro popular del siglo XVIII se puede comparar con la telebasura»

Había mucha producción pero estaba «gobernada por el pueblo» Más que en las vanguardias, el director cree en la «refundación»

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Esta tarde la Compañía Nacional de Teatro Clásico pone por primera vez en escena la obra de Moratín La comedia nueva o El Café. Eduardo Vasco, actual director de la institución fundada hace dos décadas por Adolfo Marsillach comenta el papel de los los grandes dramaturgos de la historia en la concepción del teatro contemporáneo. Una continua «refundación» de la que, se queja, «se puede disfutar poco en Cádiz».

-¿Cuáles son los objetivos de este Congreso?

-Entender la conexión entre la Ilustración y la modernidad. Las ideas surgidas durante el periodo ilustrado se desarrollaron depués en las corrientes artísticas de forma muy contundente. Es importante difundir el contenido de esa época para comprender cómo se están desarrollando esas mismas ideas ahora.

-Para su consecución era vital recuperar la obra de Moratín.

-Por supuesto. Moratín es uno de nuestros autores más importantes, lo que sucede es que casi todos los dramaturgos posteriores quedaron ensombrecidos por el Siglo de Oro. Era un autor muy crítico con el teatro de la época. El arte escénico tenía gran vitalidad pero estaba gobernado por el gusto del pueblo y Moratín creía en el sentido más intelectual y bello del teatro, más allá del entretenimiento vacuo. En ese sentido, su trabajo era similar al de muchos otros genios que ha parido la historia, como Lorca.

-Esa concepción del teatro como mero entretenimiento, ¿tiene algún símil en la actualidad?

-Sí, podíamos compararlo como el desmadre de la telebasura. Por eso nuestro teatro recupera ese sentido de aportación útil al ciudadano.

-¿Es posible hacer vanguardia en el teatro o es un arte en el que todo está inventado?

-En el mundo del teatro se puede hacer de todo. Es un arte que nace y muere cada vez. Tiende a reiventarse, a avanzar y mirar hacia atrás, está en continua refundación. Casi todo tiene que ver en la cabeza del espectador, es un momento irrepetible que produce algo y en ese sentido el trabajo teatral no ha cambiado tanto. Por eso no soy partidario de meter el teatro en cajitas ni hablar de vanguardias.

-En ese caso, ¿hablar de lo moderno es sinónimo de adaptación?

-Sí, vivimos en un momento en el que el espectador se ve abrumado por la multiplicidad de lenguajes y mecanismos de comunicación como internet o la televisión. El teatro tiene el gran mérito de saber adaptarse a esas herramientas, en su tiempo y de forma inmediata.

-¿Qué papel desempeñan los clásicos en el universo actual del teatro?

-Son nuestra raíz. Contienen valores universales y atemporales, característica que los hace familiares y cercanos. Siguen siendo los guardianes de nuestro pensamiento y de la belleza de nuestra lengua. El hombre es un ser histórico, por eso cuando ve una obra de hace cuatro siglos su capacidad de abstracción le permite reconocer esos valores.

-¿Mantiene el teatro contemporáneo la función de emprender los cambios sociales?

-Ha cambiado mucho la situación, son las audiencias las que deciden. Ahora hablaríamos más de una guerra de guerrillas, ya que los contemporáneos están hablando de una sociedad sin parangón.

-¿Volverán a Cádiz?

-Esa pregunta se la deberíamos hacer al Ayuntamiento. Es una cuestión que no entiende nadie. La Compañía Nacional de Teatro Clásico desempeña un servicio público y si no venimos será porque no están interesados.