Bellotas para nadie
Imaginen una ardilla muy pobre. Tan desgraciada que su sueldo se reduce a unas 10 bellotas al mes. Cierto día, una ardilla enchaquetada y con una corbata fucsia le ofrece un buen árbol por apenas dos bellotas al mes. Una ganga forestal, gracias al rumor que corre por el bosque de que al año siguiente asistirán a la mejor producción histórica de bellotas. Sobran las bellotas, aprovéchelo, le dice la ardilla de los mocasines italianos. Tu árbol valdrá el doble en un campo lleno de bellotas, le añade.
Actualizado: GuardarNuestra ardilla acepta. Mientras le cobren sólo dos bellotas. Pero el rumor de las lluvias se convierte en una realidad de sequía. No llueve y los alcornoques (que son los bancos del mundo de las ardillas) deciden que lo que antes costaba dos bellotas ahora cueste tres (como se prevé una escasez inmediata, todo es más caro). Luego, cuatro. Y cinco. Y seis. Y siete. A nuestra ardilla no le llega la piel al buche y deja de pagar.
Su árbol, en verdad, siempre ha pertenecido a los alcornoques, que no saben qué hacer con un árbol que ya no vale tanto porque hay muchos iguales a ése en la floresta. Los alcornoques, que son muy listos (pese a su nombre), se han hecho ricos pensando que habría muchas bellotas indefinidamente y ahora resulta que no cae una gota, no crecen bellotas. Ya no venden más árboles ni a las ardillas más ricas del prado exterior porque, sencillamente, ni ellos mismos tienen bellotas. Las ardillas que compraron sus árboles para venderlos en unos meses y hacerse más ricas se ven con un árbol que no les interesa. Las pobres pagan como pueden o se encomiendan a la ley de los lobos.
Los lobos llevan toga y no pueden evitar ser carnívoros: si hay que expulsar a una ardilla morosa, se hace. Interviene Mamá Osa, que atesora en su guarida un montón de bellotas pagadas por las propias ardillas. A las ardillas que pierden sus empleos por el colapso forestal les dan unas pocas bellotas sólo durante un tiempo. Mamá Osa no sabe cómo convencer a los alcornoques, que son muy duros de mollera, de que vuelvan a dar bellotas.
Nada: anochece en el bosque.