Del bueno de Mickey al pícaro Shin-Chan
En 80 años, los dibujos animados han pasado de la candidez a la provocación, la ironía y el cinismo
Actualizado: GuardarEn una esquina del ring está Mickey Mouse. «Mickey es el típico chaval limpio, feliz, educado e inteligente en la justa medida». Son palabras de Fred Moore, el animador jefe de muchos de los cortometrajes que el ahora octogenario ratón ha protagonizado a lo largo de su brillante carrera. Su historia de amor con el público se labró a base de acelerados cortos, hijos del music-hall y de la comedia de golpes, donde la sincronización musical era importante. El educado y correcto Mickey hizo las delicias de los pequeños interpretando parodias de películas del oeste, yendo de pesca con el pato Donald o actuando de aprendiz de brujo.
En la otra, Shin-chan Shinnosuke. Un niño de cinco años descarado, egoísta y maleducado al que, aparte de no gustarle el pimiento, le encanta acosar a las chicas mayores, subirles las faldas, ver sus piernas, coleccionar fotos suyas en bikini y acabar bailando desnudo de cintura para abajo siempre que puede. Aunque Shin-chan no esté especialmente pensado para un público infantil, sus fans se cuentan entre los menores de doce años. Sus horas de emisión y ubicación, siempre infantiles, ayudan a ello.
Entre ambos contendientes un cuadrilátero de ocho décadas de variación técnica y moral de los cartoons, las series animadas para televisión. En la América que estaba a punto de abocarse a la Gran Depresión y al código moral Hays, que entre otras disposiciones prohibía rebajar el «nivel moral» de los espectadores, no había espacio para los excesos. El gato Félix y Mickey debían, por tanto, dedicarse en sus películas a los gags visuales, los gestos cómicos y ocurrencias llenas de fantasía y gotas de surrealiamo.
La magia de estos primeros cortos se fue orientando más hacia la acción y la fuerza a finales de los años 30. Los personajes pierden cierta candidez y sentido del decoro y se convierten en imprevisibles, locuaces e incontrolables. Algunos, como Superratón, usan su fuerza para evitar catástrofes. Otros, como Popeye el Marino, no dudan en recurrir a la violencia para recuperar a su chica. En 1935, una encuesta entre niños norteamericanos reveló que este personaje ya era más querido que Mickey Mouse. Betty Boop mientras tanto, la frívola chica morena, lucía las piernas desnudas y una insinuante liga. Las protestas puritanas acabaron con ella.
Tras la guerra, los personajes resultan más violentos, malhumorados y cínicos. Tom y Jerry fueron los exponentes de una relación basada más que nada en el odio feroz. Los restos de ingenio y astucia frente a fuerza se difuminan en los dibujos de Hanna y Barbera. Junto a ellos, los personajes de la Warner preparaban su arsenal. Si Bugs Bunny era un sarcástico absolutamente confiado en sí mismo y el pato Lucas poco menos que un envidioso, Coyote pasaba por cazador fracasado y temerario que no dudaba en utilizar todo tipo de armas, ingenios y explosivos para tratar de dar caza al esquivo pájaro Correcaminos.
El auge de la televisión en los años cincuenta lleva los dibujos del cine a la pequeña pantalla: el diálogo y la vida cotidiana empiezan a formar parte importante de la narración. El oso Yogui da largas charlas rimadas mientras trata de robar cestas de comida y Los Picapiedra se convierten en la primera serie animada, no dedicada especialmente a niños, que se cuela en el horario de máxima audencia. Antecedente claro de Los Simpson, Pedro Picapiedra, Wilma y Pablo Marmol son personajes sacados de una comedia de situación realista que tienen los mismos problemas familiares, vecinales y en el trabajo que los espectadores que les veían.
Otra serie de Hanna Barbera como Scooby-Doo introdujo las aventuras de horror y corte policiaco en las series infantiles. El diseño adulto y sensual de los chicos y sus caracteres definidos supusieron un punto y aparte en la animación.
El cinismo llegó al cartoon a finale de los ochenta. Tras algunas adaptaciones de superhéroes, Los Simpson, una familia de clase media vulgar, abrió la veda. Los viejos dibujos han sido definitivamente aparcados, Mickey Mouse relegado al estante de los recuerdos y los personajes abiertamente cínicos han tomado el poder. Es la victoria final de Shin Chan, de Padre de familia y de South Park.