EL MAESTRO LIENDRE

Hace una semana

Creactiva pareció una buena idea que nace con dos amenazas severas: la falta de dotación material y el 'snobismo' excluyente

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Por prudencia conviene huir de la ciclotimia que tanto frecuentamos por aquí. Ni el derrotismo destructivo que lo califica todo como cutre, ni el papanatismo necio que todo lo celebra con ese argumento vacío: «Por lo menos alguien hace algo». Para sacar conclusiones más o menos extendidas de lo que pasó hace una semana en Cádiz, bajo el nombre genérico de Creactiva, es recomendable evitar esas desviaciones que, por lo común, intoxican el análisis de cualquier iniciativa que tiene esta Bahía como escenario. Resulta mucho más productivo tratar de resumir las opiniones más templadas de las que se oyeron entre los que pasaron por allí.

Lo primero que parece discutible es la premisa original. Partir de la base de que en Cádiz hay un nivel de creatividad o ingenio mayor que en Villanueva de la Serena es tan pretencioso como cateto.

Si lo hubiera dicho mi gran amigo Toni Rodríguez en un monólogo le habrían calificado de gadita, topiquero y talibán. Si lo dice un empresario de postín, la estrellita de algún medio o un diseñador ataviado con unas Converse parece un canto al optimismo, una llamada al progreso, una contribución al impulso de la comunidad.

En Cádiz no hay ni más ni menos creatividad que en cualquier ciudad española de cientoypicomil habitantes. Habrá creadores, sueltos, que pueden agradecer algún apoyo, sobre todo en sus inicios. Habrá un caudal artístico y renovador que necesite escaparates tan válidos como Creactiva. Ese parecería el acierto y no hacer justicia al mayor talento colectivo que Dios (Momo) nos ha dado a todos por nacer en este rincón de la rinconera.

En la ejecución de la idea, hay otras cuestiones que analizar. Afortunadamente se recuperó un espacio público para el disfrute general (qué desaprovechadas todas las Puertas de Tierra) pero resulta evidente que carecía de un acondicionamiento mínimo. No hablemos ya de niños, discapacitados y mayores. Faltaba de todo en accesos, amplitud, limpieza y dotación, como conexiones informáticas y potencia eléctrica. La próxima vez, habría que prepararlo más y mejor. Tampoco estaría de más pensar en cómo llegar y aparcar.

Los contenidos resultaron, de largo, lo más reconfortante. La carpa gastronómica fue un acierto masivo, magistralmente conducido por El Monforte (admito que soy partidario y nada objetivo) que merecería traslado a otras convocatorias y lugares (rutas de tapeo, congresos varios ). Puso de manifiesto tanto el enorme interés del público como la pujanza de los chefs de aquí.

El taller de Carnaval y las experiencias musicales (desde los brillantes y combativos CREA, hasta la flamencoterapia, pasando por los miniconciertos), mostraron a las claras que tras los tópicos y los prejuicios sobre presuntas horteradas (ni la organización quería contar con los chirigoteros un par de meses antes) hay talento real, complementario con otras disciplinas y tan limpio que resiste la exhibición directa frente al público.

Respecto a danza, moda y fotografía, Creactiva se limitó a mostrar lo que cualquier ciudadano con un mínimo de interés por lo que sucede en su ciudad ya conocía, pero que nunca está de más recordar.

Todo lo que Höhr, Antonio Vázquez, Kiki, Solitas, Adela Leonsegui, Celia Delgado, Flick Flock y Roberto Diz pudieron mostrar allí ya es visible en otros foros durante todo el año a poco que se lea la prensa (la de pago), pero jamás sobra un escaparate, por escaso encanto físico que tenga. El resto de disciplinas se quedó, sobre todo, en el consumo interno. Eran representadas por profesionales que se dirigían, básicamente a otros profesionales o a los aspirantes a serlo.

Como sensación global queda el aroma de una idea que merece la pena, pero que nace amenazada por dos dolencias severas.

La primera y comentada es la escasez material. Si no puede suplirse con dinero ni con una colaboración institucional (de la que los creadores deberían huir porque lo primero que deben aprender a crear es su propia financiación), al menos debe emplearse más tiempo e imaginación en buscar otro lugar, o adecentar mejor el que se usó.

La segunda, y mayor, es el sectarismo snob. Si un grupo de personas, con respaldo partidista, familia o amigos en la cosa pública, con aristocrático abolengo o disfrazadas de modernidad se considera con el derecho de apropiarse de todo esto, si trata de convertirlo en una cuña para promociones personalistas o en un club para elegir a los más listos, culturetas o cool del lugar, el público se borrará. Iniciativas como Creactiva, o son abiertas y casi ecuménicas, o mueren por inanición.

Se trata de animar a que participen casi todos, sobre todo los que nunca pueden, para permitirles unos minutos de luz. Si alguien se va a poner en la puerta, con cara contemporánea y enmarcada con gafas de pasta, a decir «tu sí, tu no» como en una discoteca de lujo, lo dejamos. Eso tampoco supondrá que la creatividad vaya a morir, pero tendrá algo menos de vida.

Este tipo de ideas nos vienen estupendamente, vamos a vestirla mejor y con mucha modestia.