Objeciones razonadas

El sorpresivo anuncio por parte del vicepresidente ruso, Alexander Zhukov, de que Gazprom estaría interesada en adquirir el 20% de Repsol propiedad de Sacyr suscitó anteayer una inquietud que no parece disiparse del todo respecto al futuro de una de las empresas señeras de nuestro dependiente modelo energético. La mera hipótesis de que los intereses de una poderosa firma monopolística, que cuenta con el respaldo de la concentración de poder que caracteriza a la Rusia de Putin y Medvedev, puedan coincidir con las necesidades que tiene una firma como Sacyr de desprenderse de una participación clave en una compañía estratégicamente tan relevante ha generado la lógica preocupación entre los responsables políticos. La radical negativa expresada por Mariano Rajoy y las manifestaciones del vicepresidente Solbes señalando que el anuncio de semejante operación le «chirría» indican que en este punto existe una coincidencia entre gobierno y oposición. Pero tan explícita actitud no debería basarse en la mera prevención ante los propósitos que pudieran albergar sociedades rusas ligadas al Kremlin, ni debería alentar una visión sesgadamente prejuiciosa respecto a sus intenciones.