Opinion

Respuesta obligada

La coincidencia entre el presidente Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy en algunas de las premisas que han de definir la presencia de España en la cumbre del sábado en Washington constituye una positiva asunción de la relevancia de la asamblea y una aproximación compartida a cuál puede ser el margen de actuación del Gobierno en el nuevo marco multilateral. El respaldo, como no podía ser de otro modo, del líder del PP a la determinación del jefe del Ejecutivo de dotar de un asiento estable a nuestro país en el G-20 ampliado debería contribuir no sólo a acercar posiciones con respecto a este asunto concreto, sino estimular el consenso en lo que a la política exterior se refiere. Del mismo modo, la reivindicación de Rajoy de una reforma de las instituciones económicas internacionales y de la mejora de los mecanismos de regulación y supervisión financiera, subrayando el valor referencial que tiene la solvencia exhibida por las entidades bancarias españolas, incide en los planteamientos formulados por el resto de interlocutores de La Moncloa, los cuales han de poder ensamblarse con las tesis que vaya a abanderar el Gobierno aunque puedan existir discrepancias políticas e ideológicas sobre los límites del mercado.

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Resultaría, sin embargo, un peligroso contrasentido que la celebración de la cumbre y sus eventuales resultados llevara a desatender o ralentizar las medidas que cada vez con mayor urgencia precisa la economía española para evitar la parálisis. Tiene razón el vicepresidente Solbes cuando subraya la importancia de encauzar los problemas financieros a fin de canalizar la liquidez que necesitan las empresas para mantener su actividad productiva y, con ello, el empleo. Pero su afirmación de que las zozobras en la economía real supondrán "la segunda fase" de la crisis supone una cuestionable relativización de los efectos que ya se están dejando sentir y cuyas consecuencias se han demostrado en el corto plazo mucho más poderosas que las recetas aplicadas por el Gobierno, evidenciando las dificultades de éste para anticiparse a los escollos. Una insuficiencia de la respuesta política que también afecta a la imprescindible función de control de la oposición. La oportunidad para la confianza que implica la presencia en la cumbre de Washington sólo será verdaderamente efectiva si la participación en las recetas globales se ve acompañado de un diseño anticrisis por parte del Ejecutivo más integral, coherente y articulado.