Primogénito
Como estoy metido de lleno, pues acabo de tomar posesión del título de padre, tengo que reconocer que le doy muchas vueltas a todo lo que ello conlleva: responsabilidad, educación y ese tipo de cosas que hace unos años apenas me llamaban la atención y que ahora centran la mayoría de mis pensamientos.
Actualizado: GuardarNo en vano siempre se ha dicho que el nacimiento de un hijo te cambia la vida, no sólo en el aspecto cotidiano del tiempo que le dedicas a tu vástago, sino también un poco en la forma de afrontar las cosas. La mía todavía es pequeña para dejarse influenciar por mis decisiones pero intento anticiparme a lo que sucederá en un futuro, aunque supongo no me servirá para mucho cuando comience su proceso de imitación. La teoría es una cosa pero la realidad suele ser bien distinta. El otro día le daba vueltas a la cabeza a cómo influye en la vida de los hijos el hecho de ser el primogénito de una familia, un cargo que no se elige y que además conlleva una serie de características provocadas por los padres que volcamos todos nuestros deseos e ideales paternales en un pequeño ser. Lo cierto es que la experiencia es un grado, como se suele decir, y los errores cometidos con el primer hijo se intentan subsanar en las siguientes paternidades. Reconozco que se trata de un tema nada trascendente pero si considero que es algo curioso, al menos para mi.
La cosa es que comencé a pensar en unos datos que no creo que tengan controlados ni en el Instituto Nacional de Estadísticas porque no tienen demasiada importancia. Me refiero al hecho de saber cuantos primogénitos se han ido casando entre sí porque haciendo un ligero recuento entre familiares, amigos y conocidos curiosamente no encontré demasiados ejemplos.