Elecciones
Las americanas, claro. Se diría que no hay otras. Más aún: se diría que son las nuestras. A estas horas usted, probablemente, ya sabrá quién ha ganado. Si ha ganado Obama, nuestros canales saludarán la noticia como un acontecimiento histórico que describirán con tintes de inabarcable simpatía; si ha ganado McCain, más de uno se preguntará cómo se ha atrevido ese hombre a semejante cosa sin haber pedido permiso antes a los canales españoles, todos ellos alineados, sin excepción relevante, con el candidato demócrata.
Actualizado: GuardarUna de las cosas más notables de la campaña electoral americana, vista desde España, es que su cobertura ha enviado un sólo mensaje: tiene que ganar Obama (un ejemplo, ayer mismo: todos los canales nos han informado de la acusación de abuso de poder contra Sarah Palin, pero nadie informó ayer de que una segunda investigación ha demostrado la falsedad de ese cargo). Esto no ha pasado únicamente en España, sino también en Alemania o en Francia. Por algún extraño motivo, los europeos piensan que todo lo que pasa en el mundo es culpa de Bush; ignoran, porque nadie se lo ha contado, que la estrategia de la guerra global la comenzó Clinton y que el abuso de las hipotecas subprime también empezó con la administración demócrata. Después Bush hizo lo mismo, y esto es lo más importante: en numerosos asuntos, a nosotros, europeos, nos da igual que ganen unos u otros, porque la política norteamericana cambia poco. Pero nadie nos ha contado eso en esta campaña, al revés. Y no sólo nosotros, sino también los americanos han vivido todos estos meses bajo la estupefaciente alucinación de la gran puesta en escena electoral.
La televisión ha sido un protagonista eminente de la campaña. Es muy significativo que Obama reservara una buena provisión de fondos para alquilar un espacio de propaganda simultáneo en todos los canales americanos. Yo le oí decir una vez a un relevante político español (elecciones de 2004) que le daba igual lo que dijeran los periódicos y que lo único decisivo era qué imagen diera de él la televisión. Quizá tenía razón. Junto a la tele, en esta campaña ha circulado con intensidad un nuevo elemento: los vídeos en Internet. Es la telepolítica o, más bien, la videopolítica. La nueva tribuna del césar.