Mohamed Sissoko (C) de la 'Juve' lucha por el balón contra los madridistas Raul (L) y Van Nistelrooy (R) en el partido de hoy./ Afp
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El Madrid sucumbe ante el orden de la Juve y el magisterio de Del Piero

Los blancos dominaron, reclamaron hasta tres penaltis, pero se vieron impotentes para resquebrajar un sistema defensivo perfecto.

MADRID Actualizado: Guardar
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Por quinto año consecutivo, el Madrid va camino de acabar la liguilla de la ‘Champions’ como segundo de grupo y de complicarse el cruce de octavos. Y en los años precedentes cayó ante Juve, su ‘bestia negra’, Arsenal, Bayern Múnich y Roma. Malos presagios y peor la imagen de un equipo sin patrón, desgobernado, impotente, sin fuste, incapaz de probar como es debido en toda la noche al portero austriaco Manninger, el suplente de Buffon. Pueden quejarse con razón Schuster y Mijatovic del árbitro, reclamarle hasta tres penaltis, pero serían excusas de un club menor.

De un equipo maltrecho que, de nuevo, claudicó ante el magisterio inagotable de Del Piero, despedido con una cerrada ovación hasta por Maradona. Una desatención en un avance del gran internacional transalpino y una barrera de risa en una falta certificaron la derrota blanca.

La noche se le complicó antes de tiempo al Madrid. Ya en el calentamiento, Robben sufrió su enésimo pinchazo muscular y se quedó fuera de la convocatoria. No tiene suerte este holandés esculpido con porcelana. Costó 36 millones y el año pasado cada minuto en Liga salió a más de 30.000 euros. Este curso va por el mismo camino. El problema se agrava para su equipo ya que, traspasado Robinho, es el único extremo puro en la plantilla. Y ante adversarios tan defensivos como los italianos, los jugadores que desequilibran por banda se necesitan como agua de mayo.

A impulsos

Su puesto lo ocupó Drenthe, un jugador con unas condiciones físicas extraordinarias pero que alterna momentos de aparente indolencia con fases de excesiva energía. Se distrae y no mide bien los tiempos. Así, hizo una entrada a destiempo en el borde del área turinesa y desaprovechó un pase milimétrico, extraordinario, de Guti. El servicio rompió la línea dispuesta por Ranieri pero se entretuvo tanto que ni disparó ni centro. Permitió a un zaguero cortar el balón a la desesperada. Y el Bernabéu le abucheó.

Fue la mejor jugada de un primer tiempo anodino en la que la Juve ya funcionó como un bloque compacto y el Madrid como un grupo heterogéneo. Es cierto que dispuso de ocasiones, sobre todo en dos balones cruzados que remataron fatal Ramos y Diarra, pero careció de continuidad. Más allá de la calidad individual de los jugadores, los italianos obedecen un plan y los blancos improvisan. Así de sencillo, de triste.

La Juventus adelanta la zaga, intenta jugar en veinte metros y en cuanto roba no se complica y busca a Del Piero o Nedved, sus amados abuelos. Cuida al máximo los relevos, las ayudas, los apoyos, los desdobles. Los de Schuster, en cambio, dan la sensación de que cada uno hace lo que puede o lo que le viene en gana. Falta un sistema, una idea, un proyecto de equipo. Juega a impulsos y, gracias a su pegada, disfruta cuando los partidos se vuelven locos. Pero la Juve no es precisamente uno de esos equipos que se descompone así como así.

Regalon el gol

El Madrid, como el hombre, es capaz de tropezar varias veces en la misma piedra. Cayó hace un par de semanas en Turín porque dejo hacer a Del Piero y reincidió en Chamartín. Guti perdió el balón, todos miraron al viejo Alessandro, a punto de cumplir 34 años, y éste sorprendió a Casillas con un sutil lanzamiento desde fuera del área. En el Comunale ocurrió algo parecido a los 5 minutos. En el Bernabéu, a los 17. Demasiados regalos para un equipo experimentado, sin brillo pero con indiscutible oficio.

Los blancos tocaron a rebato en la reanudación. Pusieron más ahínco, más presión, pero jamás inquietaron a los fríos piamonteses, felices en su guarida. El Madrid estuvo espeso, poco ingenioso, incapaz de desbordar. Dominaba pero no llegaba. Reclamó con razón sendos empujones dentro del área a Van Nistelrooy y Raúl y otro por una mano de Legrottaglie, pero eran acciones aisladas. No había orden, ni concierto, ni fe, ni siquiera las reminiscencias de la pegada ‘capelliana’.

El resultado era exiguo, el dominio territorial de los locales evidente, pero Ranieri vivía tranquilo junto al banquillo y Schuster era un manojo de nervios. Síntomas evidentes del desenlace. La línea defensiva de la Juve, perfecta toda la noche, permanecía inquebrantable. El partido caminaba hacia alguna individualidad que forzara el empate pero el Madrid cometió otro error imperdonable en una falta. Iker colocó la barrera de pena y Del Piero la enchufó como quien enciende una lámpara de pie. Cerca del final, pudo firmar un ‘hat trick’ histórico.