Impaciencia opositora
Actualizado: Guardara proliferación de voces diversas y en ocasiones discordantes en el seno del PP y en sus aledaños se ha convertido en una característica del partido de Rajoy que lo distingue de la formación heredada de Aznar. Un fenómeno que probablemente se percibe más como rasgo de debilidad que como valor positivo de pluralismo interno. Las desavenencias inter-territoriales en materias tan sensibles como el agua, la contradictoria modulación de las distintas posturas públicas frente a las medidas adoptadas por el Gobierno en coordinación con los países de la zona euro, o más recientemente la actitud mostrada ante los esfuerzos del presidente Rodríguez Zapatero para procurarse la invitación a la cumbre del G-20 han reflejado un discurso a menudo carente de coherencia. El tránsito del Partido Popular por la oposición puede resultar demasiado prolongado para la impaciencia con la que hoy se persiguen objetivos en cualquier orden de la vida social. Pero la cadencia de los ciclos políticos está determinada por los cuatro años de cada legislatura, de manera que el resultado adverso de unas elecciones es prácticamente imposible de corregir hasta las siguientes. Basta contemplar el escrutinio al que los diputados populares someten cada una de las intervenciones de su presidente en el hemiciclo para percatarse de la evaluación permanente a la que está sujeto su liderazgo. Dado que los propios populares tienden a interpretar cada debate parlamentario en términos de victoria o derrota sin paliativos, se hace inevitable el retrato diferenciado de los entusiastas, los críticos y los escépticos. Una situación así genera desazón en cualquier colectivo humano. Una desazón que en el caso del Partido Popular puede responder a la peculiar manera que Mariano Rajoy tiene de dirigir su organización, con silencios y ausencias que desconciertan a unos dirigentes que demandan mayor prontitud y claridad en la toma de decisiones. Pero una desazón que en absoluto se corresponde a lo que indican las encuestas como reflejo de una opinión pública que no termina de primar al Gobierno, mientras mantiene al primer partido de la oposición con unas expectativas de voto que lo sitúan como claro aspirante a la alternancia. La legislatura de la crisis hará tan desaconsejable la confrontación a ultranza con el Gobierno que probablemente suscite mayor impaciencia entre las filas populares. Una impaciencia que Rajoy sólo podrá atajar con una exposición más nítida y constante de sus propias posiciones.