Opinion

Izquierda limitada

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a dimisión de Gaspar Llamazares como coordinador general de Izquierda Unida anunció ayer la celebración de la IX Asamblea Federal de IU, prevista para los días 15 y 16 de noviembre. El hecho de que no se presente una única ponencia acompañada de las correspondientes enmiendas, sino que se haya dado cauce a tres documentos políticos suscritos por los integrantes de las tres corrientes que han aflorado en los últimos meses en IU -la más próxima a Llamazares, la del PCE y la llamada «tercera vía»- convierte el cónclave en una disputa interna descarnada. Una disputa que se dirimirá más en la elección de los órganos de coordinación que en el debate respecto a la estrategia que ha de llevar adelante Izquierda Unida. Por lo que de nuevo dicha formación corre el riesgo de mostrarse más preocupada por los equilibrios de poder domésticos que por las inquietudes y aspiraciones de los sectores sociales a los que trata de dirigir su mensaje. La división en IU es el reflejo de la incapacidad de sus integrantes para asumir colectiva y solidariamente los límites sociales y electorales de su proyecto. Cierto es que, como ayer mismo denunció Llamazares, una parte sustancial de esos límites obedecen a un «sistema electoral injusto» que condena al ostracismo parlamentario a la tercera fuerza en votos de la política española. Pero incluso en el caso de que una eventual reforma de la legislación electoral permitiera a IU acceder a un número de escaños más acorde con su representatividad, persistirían los problemas existenciales de una formación que obtiene menos de una décima parte del voto socialista y a la que, también por eso, le resulta prácticamente imposible eludir el dilema de orientar sus pasos hacia la colaboración con el primer partido de la izquierda española o, por el contrario, hacia una oposición distante respecto al mismo.