Perales era Nostradamus
Casi todo el mundo piensa que aquella canción tan pringosa de José Luis Perales era una balada romántica. Pero ahora resulta que era una profecía encriptada dirigida a los gaditanos. Eso de «¿A qué dedica el Tiempo Libre?» no era una pregunta desgarrada dirigida a una mujer que se marcha con otro. No, qué va. Era una interrogación dirigida a la Junta de Andalucía, a la administración autonómica, con 30 años de adelanto, porque hasta el cantautor conquense sabía que nadie tenía claro para qué servía esa magnífica residencia en pleno Paseo Marítimo, de propiedad pública, uso hotelero y acceso restringido a funcionarios privilegiados, sectores desfavorecidos y turistas bien informados.
Actualizado: GuardarEl Nostradamus de La Mancha había pasado por Ingeniero La Cierva para hacer una de sus galas, había mirado aquella enorme fachada frente al Atlántico, con su freidor abajo, con su piscina descubierta, y se había dejado llevar por la inspiración: «¿A qué dedican el Tiempo Libre?» retumbó en su cabeza. Luego, sólo tuvo que quitarle el plural al verbo e inventarse unas cuantas frases más para parir la canción. Sin embargo, tantos años después, los gaditanos aún no han encontrado respuesta.
Ahora que ese mamotreto está cerrado a cal y canto, sin futuro cierto ni fecha de resurrección, todavía se hace más grande la incógnita. Siempre pareció infrautilizado. Ahora está inutilizado. Y así será, al menos, hasta 2012.
La llegada del Festival Iberoamericano de Teatro ha servido para recordar que una ciudad de tamaño medio no puede permitirse perder el edificio hotelero (con todas sus pecularidades) de mayor superficie, ubicado en la esquina más cotizada de la zona más turística de una ciudad que ha multiplicado por mucho las visitas que recibe. No tiene sentido. Ese desperdicio del mayor patrimonio turístico de Cádiz (la playa), esa indiferencia ante la situación y el uso de un inmueble tan feo como potencialmente útil, esa desidia ante la ocupación de un espacio tan aprovechable con un edificio oxidado y de futuro incierto retrata de forma muy certera la deriva de la ciudad hacia el autismo absoluto. Parece que la mayoría de sus vecinos es incapaz de sentir nada y, mucho menos, de comunicarlo.
La milonga de la desinfección que justificó el cierre estará muy bien para rellenar informes administrativos, pero todo el mundo sabe que es total o parcialmente falsa. Es decir, la contaminación podía existir, pero fue utilizada como una excusa para cerrar el inmueble con mayor planta de la mejor zona de la ciudad y reconsiderar su futuro, porque nadie lo tenía claro, a nadie parecía interesarle.
La Junta ya acumula un año de retraso en el proceso de reforma del gran edificio, de sus habitaciones, salones e instalaciones. Esos doce meses son los que ha tardado la administración en resolver la pregunta de José Luis Perales. Parece preocupante que ni los gaditanos, ni los gestores que han elegido (en este caso autonómicos) tengan un plan definido para usar una enorme cantidad de metros que están ubicados frente al mejor atardecer del mundo y en una ciudad que tiene el término municipal más rácano de todas las capitales de provincia.
Nadie tiene una idea para dar un buen uso (o uno cualquiera) al que sería el mejor solar de toda Andalucía si desapareciera el edificio que lo ocupa. Ni una idea pública, ni una privada, ni social, ni empresarial, ni usurera, ni solidaria. Nada. Ni siquiera pulso especulativo hay para tratar de convertir una esquina de oro en una mina para algún promotor que quiera levantar centenares de pisos en una zona donde muchos se han forrado veranos y veranos con indignos alquileres. El constructor tendría que superar muchos obstáculos administrativos y el coñazo de la crisis, pero era una opción que la Junta de Andalucía aguardaba con un silencio políticamente correcto.
Hasta que llegó el FIT, y reparamos en que el certamen había perdido su cálido y utilísimo cuartel general, no nos dimos cuenta de que nos hemos quedado sin un edificio público enorme en una ciudad sin apenas espacios para la gente, mucho menos para la cultura, el deporte y el ocio. Estará cerrado muchos años. En el mejor de los casos, abrirá con la cara lavada para ser lo que era, un hotel gigantesco, en un mágico enclave, pero para unos pocos.
Para entonces, la ciudad habrá perdido otros cuatro años (sumados a los 30 anteriores) para responder al gran Perales. Y la Junta ¿a qué dedica el Tiempo Libre?
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