EL RAYO VERDE

Cambian los tiempos

Ya el siglo pasado, en 1969 nada menos, cantaba Dylan que «los tiempos están cambiando». Lo siguen haciendo aún ahora, pero resulta que muchos no se dan cuenta y es espeluznante cómo de pronto aparecen, como muertos vivientes, conductas, pensamientos, ideas que creíamos sepultadas. No estaban muertas, no, estaban de parranda, y vuelven de pronto, con la resaca, más pasadas de nunca, pero tan ufanas.

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Por ejemplo, el conflicto laboral en los astilleros, hoy llamados Navantia. Cuando el jueves se repitió el antiguo ritual de la bajada del buque recién construido desde el dique hasta el mar y se estrellaba en su casco la botella de oloroso de El Puerto -«Sangre y trabajadero», qué buen vino- sólo la ceremonia se parecía al pasado. El contexto es radicalmente distinto. A los empleados, antes llamados obreros, no le dieron un pollo, como «cuando la botadura del petrolero» que cantaba Paco Alba, sino que éstos se ocuparon de pitar al presidente de la empresa, poniendo en evidencia el conflicto ante los clientes. No entraré a desbrozar las posiciones de unos y otros -ya lo hizo LA VOZ del pasado miércoles- sólo anoto que no es la mejor práctica para intentar aumentar la cartera de pedidos y que bien harían los sindicatos en escuchar el rumor, cada vez más intenso, que sube de otros ciudadanos, trabajadores también, con cuyos impuestos se ha pagado la reconversión, muchos de ellos parados o en empresas en crisis, sin cursos de formación de luxe, que ahora no entienden que la industria que tanto ha costado salvar y tanto significa en la identidad gaditana vuelva a antiguas dinámicas de conflicto en vez de luchar con uñas y dientes por su supervivencia y su productividad. Lo que no obsta para que la empresa haya también de ponerse las pilas.

Tampoco se entiende la condena de la Iglesia a la terapia genética que ha permitido que un bebé nacido sano pueda salvar a su hermano enfermo. No usaré calificativos sensibleros ni demagógicos, pero sí digo que ese extremado rigor doctrinal no se compadece con este caso ni tampoco con lo que sienten «las bases», los cristianos de a pie, y hasta buena parte de la estructura. Los monseñores requieren con urgencia un asesor de imagen, aparte de usar con más frecuencia la primera de la virtudes teologales (¿se siguen llamando así?), que es la Prudencia.

Por si fuera poco, surgen del Pleistoceno dos consejeros del Audiovisual Andaluz, del PP, que en un voto particular se burlan de manera agria y chulesca de una resolución en la que se pide más atención en los medios de comunicación hacia el deporte femenino, que está desaparecido de las retransmisiones y no recibe ni proporcionalmente el mismo trato que el masculino. Del Barco y Arenzana se llaman. Seguro que ni en su partido comparten las excrecencias del pensamiento que destila su prosa. A los demás nos da pánico pensar que haya vuelto Torquemada reencarnado en ellos. Si piensan que la igualdad es una de esas «falacias de los años de la trenka», como dicen, deberían revisar su legitimidad y su propia lealtad a la Constitución. Tendrían, además, que leer documentos de estilo más moderno, libros incluso, porque eso de «visión asaz torcida, sectaria, ignara» es un uso del lenguaje que revela lecturas perniciosas y muy, muy pasadas. Igual no se han enterado de que las mujeres ya tenemos alma. La noticia es del siglo XVI, de 1565. El concilio de Trento nos la otorgó, por un voto de diferencia. Miedo me da pensar qué hubieran votado estos dos.

lgonzalez@lavozdigital.es