Editorial

Cooperación condicionada

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l Gobierno avanzó ayer un significativo paso en su voluntad de estrechar sus relaciones con Cuba y situarse en una posición preferente ante el proceso de transición en que se encuentra el país, tras el traspaso de poderes de Fidel Castro a su hermano Raúl y el incipiente aperturismo protagonizado por el régimen en los últimos meses. El viaje a la isla de José Luis Rodríguez Zapatero anunciado para el próximo año supondrá, de consumarse, la primera visita oficial en dos décadas de un presidente español a territorio cubano y el refrendo más visible de la determinación del Ejecutivo de reivindicar su papel preeminente en los contactos diplomáticos internacionales con el aparato oficial que ahora comanda Raúl Castro. Es indudable que la histórica influencia española en la isla y los lazos económicos, culturales y también políticos que vinculan a ambos estados amparan la pretensión del Gobierno de Rodríguez Zapatero de poder desempeñar una mediación esencial en el deseable tránsito del régimen castrista hacia un modelo progresivamente democratizador, respetuoso con los derechos humanos y dispuesto a hacer más permeable su frontera a los intercambios comerciales. Pero este esfuerzo diplomático por el diálogo y la distensión difícilmente podrá procurar el objetivo que se dice perseguir si no va acompañado de una identificación nítida de los límites que enmarcan la renovada cooperación. Requisitos que adquieren todo su sentido a la luz de las declaraciones efectuadas ayer por el canciller Pérez Roque ante el ministro Moratinos, en las que negó la existencia en su país de presos políticos y la posibilidad de que las reformas vayan a rebasar el marco revolucionario, y que han de estar supeditados a un compromiso más notorio de las autoridades cubanas con las libertades y la aceptación de la disidencia política.