El centrocampista Iniesta
clasificación mundial 2010

Iniesta y Villa ponen rumbo a Sudáfrica

El 'Niño' sufre un pinchazo muscular y se retira llorando de rabia, de impotencia, a sabiendas de que no estará en el Atlético-Liverpool

ENVIADO ESPECIAL A BÉLGICA Actualizado: Guardar
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La noche se presentaba complicada ante la perseverante Bélgica, pero un gol antológico de Iniesta en la primera parte y la cabeza de Villa cerca del final han permitido a España dar un paso de gigante en su camino hacia el Mundial de Sudáfrica. Una victoria fundamental que deja como secuelas la lesión de Torres y la tarjeta de Puyol que le impedirá jugar en marzo ante Turquía. Casillas, al fin, ha sentenciado su plusmarca de imbatibilidad.

El triunfo quizá ha sido inmerecido pero trabajado, sudado, cimentado en la mentalidad de un equipo ganador, en acciones individuales soberbias y en el agotamiento de los locales en el tramo final. Tener a Villa es un lujo de tal calibre que el asturiano ya suma 23 goles con la selección y ha igualado al mítico Di Stéfano. Y disponer de Iniesta es contar con un futurible candidato al 'Balón de Oro' si fuera más mediático.

España no sabía lo que era jugar cuesta arriba desde que Grecia se adelantó en el último partido de la fase inicial de la Eurocopa. Ante italianos, rusos y alemanes, no necesitó remar contracorriente. Tampoco en los trámites que abrieron la clasificación para el Mundial. Contra los renacidos belgas, empero, las dificultades se presentaron desde el principio. Y se han solventado con éxito.

Vandereycken, el técnico local, respetaba tanto al campeón de Europa que traicionó sus ideas y se presentó en casa con tres centrales. Una declaración de su conservadurismo en toda regla. Pero fue inteligente, supo leer el partido y cambió enseguida. Cuando a los 11 minutos El 'Niño' sufrió el pinchazo en su músculo y se retiró llorando de rabia, de impotencia porque sabía que se perdía el Atlético-Liverpool que tanto le ilusionaba, decidió volver a la línea de cuatro atrás y adelantar a Simons para vigilar de cerca a Xavi.

La lesión de Torres

La lesión fue el segundo serio contratiempo para España. El primero, mucho más grave, fue encajar un gol a los siete minutos. Despiste de Sergio Ramos, que permitió el centro desde su lado, error de los centrales y cabezazo sin oposición alguna del pequeño Sonck. Conocían Del Bosque y sus hombres que Bélgica era peligrosa en la estrategia y en las segundas jugadas, pero no hubo forma de evitarlo. Después de casi ocho partidos, Iker veía perforada su puerta.

Con el resultado adverso y sin el héroe de Bruselas hace tres años, Del Bosque prefirió tirar de Cesc y tratar de ganar el centro del campo a los correosos rivales que utilizar a Güiza y mantener los dos puntas. Una decisión que invitaba al debate, igual que cambiar a Xabi Alonso por Senna en relación a los que vencieron en Estonia y seguir con Juanito. También era discutible dejar a Riera, el único extremo puro, en la grada. Y Marchena seguro que se lamentaba de volver a ser descartado.

España se enredaba en la maraña belga, entraban dudas en defensa y los locales, con una velocidad más, amenazaban al contragolpe. Si conectaban Fellaini, el espigado centrocampista del Everton, Witsel y Sonck, había sensación peligro. Llovía entonces de forma torrencial y el estado del césped peligraba. El público apretaba, las órdenes de Del Bosque no calaban en sus jugadores y España no hallaba refugio.

Como Butragueño

La noche se ponía de perros pero cerca del descanso la tormenta amainó. Apareció Iniesta, el gran prestidigitador manchego, y se hizo la luz. Recibió un pase soberbio de Cesc y se fabricó un gol antológico. Recordó al mejor Butragueño, ahora comentarista de televisión. Superó a dos defensores y tiró un amago extraordinario que tumbó al guardameta. Se la colocó hacia la derecha y la clavó como si tal cosa. Todo en un palmo de terreno, a velocidad de vértigo y sin apenas ángulo. Una palabra: ¡Impresionante! Un intento de vaselina de Villa pudo dar la vuelta al choque antes del período reparador. Hubiera sido inmerecido.

Pese a esas acciones puntuales de futbolistas extraordinarios, España no parecía fiable. Se asemejaba más al equipo que hace dos años cayó en Irlanda del Norte y Suecia que al grupo campeón. Faltaban fluidez, bandas, remate y, sobre todo, gobierno del partido, control de la situación. Bélgica jugaba a lo que quería y España no podía.

En la segunda mitad, más de lo mismo. Pertrechados atrás, los belgas salían rápido de la cueva y pegaban algunos latigazos terribles. Puyol, inmenso, y Casillas, con el pie, evitaron el segundo. Y el árbitro, a instancias del juez de línea, cortó por un fuera de juego muy protestado una internada de Witsel que acabaría en gol. España necesitaba más balón, Del Bosque lo vio claro y apostó por Xabi Alonso en lugar de Cazorla. Arreció la lluvia en el tramo final pero la selección no volvió a sufrir y acabó en el área enemiga. Tanto que Villa no perdonó. Por algo son campeones.