PERERA. Sufrió dos cornadas en el 3 de octubre en Madrid. / LA VOZ
Sociedad

Dolor mortal y grana

Su capacidad de resistencia a las heridas, su valor, su arrojo y su recuperación en tiempo récord han ofrecido toda clase de imágenes heróicas en los ruedos

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Herradas a sangre y fuego sobre la piel de toro, las gestas de los toreros se extienden de Francia a España cual cantares de Roldán y Mío Cid. El espada es un animal literario que quiebra las cadenas de la ficción: prisionero de una pasión, arriesga su vida hasta límites insospechados. Su carne es mortal y grana, pero la búsqueda de la gloria a cualquier precio lo convierte en un ser capaz de superar el dolor de la cornada en tiempo récord.

Miguel Ángel Perera romanceó la última epopeya en su encerrona del 3 de octubre en la Feria de Otoño. El segundo morlaco reventó la bolsa escrotal del extremeño en la hora final. Pasó a la enfermería para coser la herida y, una vez intervenido, salió de nuevo a la arena. «No le importó la evisceración del testículo ni el enorme dolor de una herida así», en palabras del cirujano jefe de Las Ventas, Máximo García-Padrós. Las sabias manos de este ángel de la guarda tuvieron de nuevo que operarlo. Otra cornada, ésta de máxima gravedad, pasó a ras de la femoral y la safena en el arranque de faena al quinto. La sangre brotó y las cuadrillas le hicieron un torniquete que a punto estuvo de causar un trombo y una desgracia mayor. El público asistía asustado y emocionado al desenlace; Perera, con las carnes rotas, aguantó hasta rematar la obra ante el asombro general. «Lo que más me dolió fue no poder matar al sexto y no salir a hombros», confesó el propio matador en la clínica Virgen del Mar, donde el pasado jueves sufrió un empeoramiento y fue intervenido por tercera vez.

Anestesia sensorial

Aquella raza y vergüenza torera traspasa las fronteras de la ciencia. El psiquiatra José Luis Carrasco, autor de una tesis sobre la personalidad del torero, lo argumenta así: «Es una especie de comunión con el toro y con el público. El trance emocional es tan fuerte que no se les pasa ni por un momento la idea de retirarse a la enfermería. Es algo parecido a Aquiles en la obra de Troya: la gloria está por encima de la muerte. Es una imagen sobrehumana». ¿Cómo se sobreponen al dolor? «Las cornadas les duelen, pero tienen una anestesia sensorial por esa emoción y su mente no procesa ningún estímulo negativo; cualquier advertencia del riesgo que corren frente al toro les da igual».

El doctor del Hospital Clínico de Madrid afirma que «no hay nadie comparable al torero, con una gran riqueza emocional humana». «El que diga que es una carnicería no entiende nada -subraya-. Tampoco son individuos temerarios. Viven momentos de alta religiosidad y trascendencia, un momento específicamente humano. Valoran la vida como un sentimiento intenso, pero no como algo que haya que preservar a toda costa».

Análisis de la personalidad

Carrasco hace estas declaraciones a partir de su análisis sobre la personalidad y la búsqueda de sensaciones de toreros, Tedax y ludópatas. Para ello midió la enzima monoaminooxidasa, «encargada de metabolizar los neurotransmisores serotonina, noradrenalina y dopamina, relacionados con las emociones». Así define la personalidad del diestro: «Son buscadores de sensaciones y riesgos, extrovertidos, con tendencia a la acción, impulsivos y no muy reflexivos, en el sentido de que son echados para delante sin pensar mucho en el peligro. En cambio, los desactivadores de bombas son más fríos y analíticos».

Adrenalina torera

A pesar de que el valor, el sentido de la responsabilidad, un disparo de adrenalina y el «veneno» de la emoción le permiten hablar de tú a tú a la muerte y superar los temores, el torero convive muy de cerca con los miedos. «Ellos mismos reconocen que pasan mucho miedo -continúa el psiquiatra-, aunque cuando sufren una cornada no prevalecen el dolor ni el miedo, sino seguir dando la cara. Es tal su excitación bioquímica y emoción que están embriagados de toreo y son incapaces de responder a estímulos negativos». Carrasco saca a colación y admira la reciente tarde de Perera en Madrid y la de José Tomás en junio: «No se puede explicar con palabras. Parecen de otra pasta».

Además de vencer el dolor marcado por una daga asesina, es sorprendente la capacidad de recuperación de los hombres de luces. La rapidez con la que vuelven a la cara del toro y repiten en los mismos terrenos es digna de elogio. Su preparación física es tal que la convalecencia es casi fugaz; su pasión por este arte les impulsa a vivir de nuevo una tarde de emociones.

Verano sangriento

Así, Perera ansía reaparecer el próximo 25 de octubre en México, apenas veinte días después del serio percance, aunque los médicos establecen como mínimo un mes y medio en el dique seco.

En un verano sangriento como el cantado por Hemingway, son numerosos los partes de guerra. Además de las heróicas glorias en Madrid de José Tomás (tres orejas y tres cornadas el 15 de junio) y Perera (tres orejas y dos cornadas el 3 de octubre), son muchos los que han caído heridos: Cayetano Rivera Ordóñez se vio obligado a cortar la temporada por la grave lesión hepática que sufrió en Palencia a principios de septiembre; Luis Miguel Encabo padeció el percance más grave de su carrera el 31 de agosto en Alcalá, donde un toro le disecó la femoral; el novillero Alejandro Esplá recibió su bautizo de sangre en la Feria de Arnedo... Engrosan también el parte negro el francés Sebastián Castella (con el cuerpo cosido por 16 cornadas con sólo 25 años), Serafín Marín, Joselillo y un largo etcétera. La más reciente, la gravísima cogida del novel Pedro Marín, calificada por los doctores de la plaza como «la peor de los últimos cuarenta años en Valencia» y que rememoró la tragedia de Paquirri en Pozoblanco. Pero la cara más cruel de la Fiesta se ha cebado con el banderillero Adrián Gómez. Un novillo le propinó una brutal y trágica voltereta el 23 de junio en Torrejón de Ardoz, a la salida de un par de banderillas. Tres vértebras partidas y disección de médula. El parte firmado por el doctor Olmeda provocaba escalofríos: «Tetraplejia en la línea media interparietal. Estado muy grave». Vive para contarlo en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, donde reza un lema para valientes: «Si luchas, puedes perder; si no luchas, estás perdido».

Tra la grave cogida que sufrió José Tomás en la Plaza Real, Julio Mendoza, el cirujano que lo atendió, manifestó a la prensa que nunca había visto nada igual en 40 años de práctica profesional», y aseguró que «el aguante de José Tomás con dos cornadas no tiene una explicación médica». Después llegó la épica corrida de Madrid, en la que el mito volvió a consagrar su valentía y su arrojo ante los altares de la fe en la tauromaquia. Las prodigiosas recuperaciones de José Tomás no dejan de sorprender a la ciencia. Son un misterio por resolver.

En la Fiesta no todo son destellos dorados. Los aplausos y las broncas se las lleva el viento, pero las «cornás», como sentenció El Gallo, se las queda uno. Y a veces conducen a un futuro incierto, azabache como los ángeles del poeta.