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Titular y suplente

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e da por sentado que en fútbol está todo inventando o casi. Es un mundo tan encorsetado que cualquier brizna de aire nuevo es observada con lupa no vaya a ser que sus cimientos se resquebrajen. Sabido es que las revoluciones o que al-guien se salga del tiesto está mal visto y por esa razón una decisión tan razonable y novedosa como la que ha tomado Javier Aguirre en el Atlético y que afecta de manera particular a sus dos porteros hay que aplaudirla y recibirla con cierto alborozo. Recuerdo -a finales de los 80- el duelo no sólo deportivo, sino dialéctico que se vivía en la portería del Cádiz con dos profesionales de la categoría y personalidad de Szendrei y Bermell disputándose en cada entrenamiento la titularidad sin ningún tipo de concesión al compañero de plantilla y a la vez enemigo irreconciliable desde el momento en que ambos se ponían los guantes. El húngaro y el mallorquín protagonizaron una lucha encarnizada de la que se beneficiaba el equipo o, al menos, así lo entendieron Senekovitsch, David Vidal y Héctor Veira. A pesar de que -por cuestiones de amistad- me decanté por el magiar, siempre me quedó el regusto de saber qué habría sucedido si ambos se hubieran alternado en el once. Quién sabe si una ventaja para el equipo por haber tenido dos porteros jugando partidos y que no se observaran como el rival a batir, sino como un compañero con el que compartir experiencias. Apliquen esta teoría tan elemental a cualquier plantel de ahora porque puede que nos lleváramos más de una sorpresa al catalogar titulares y suplentes. El técnico mejicano ha montado un pollo (esperemos que ahora no se arrepienta) con una simple decisión en un balompié acartonado aunque puestos a rizar el rizo, maldita la hora en la que le tocó a Coupet jugar en el Camp Nou mientras Leo Franco veía el set (6-1) desde el banquillo.