Estrés bursátil
Las tendencias que reflejan la cotización de los distintos valores dependen de las decisiones que adopta un reducido grupo de analistas en cada país, gestores de grandes patrimonios ajenos, cuya perspicacia es reconocida por quienes tienen potestad para dar órdenes de compra y venta de acciones. En el mercado, la información disponible es igual para todos. Pero su volumen resulta tan ingente que hace destacar la competencia de aquellos capaces de distinguir los datos más relevantes, interpretarlos correcta y rápidamente y extraer conclusiones operativas. Los integrantes de esta élite de analistas sobresalen por los éxitos que logran, que cuando son reiterados los encumbran como portadores de un sexto sentido.
Actualizado: GuardarPero estos jóvenes analistas nunca se habían enfrentado a una situación como la actual. Hay muchísimo dinero, pero parece haberse evaporado. Los bancos no se lo prestan entre sí porque son los primeros en desconfiar de su propia salud. Las aportaciones públicas de capital, la ampliación de las garantías para los depósitos, la nacionalización de entidades financieras, nada está resultando suficiente para elevar el ánimo bursátil. Ni siquiera cabe esperar en los rebotes que antes hacían olvidar las jornadas de caída. En un mercado de suma cero, unos pierden para que ganen otros. Pero hoy nadie está en condiciones de apuntarse al triunfo.
Sólo así puede explicarse, por ejemplo, que el Ibex haya perdido una cuarta parte de su valor total en tan poco tiempo. Por eso a los jóvenes analistas en Hong Kong, Tokio, Frankfurt, Londres, Madrid o Nueva York tampoco les queda otro remedio que marcar la pauta de un retraimiento general. Habituados a la celeridad extrema en la toma de decisiones, se han visto desbordados por la velocidad a la que marchan los acontecimientos y, también, por la irrupción de las instancias políticas en un mercado que hasta hace poco creían dominar ellos. La volatilidad se ha incrementado lo indecible, y el estrés resultante no tiene parangón entre las dolencias a las que se habían acostumbrado. La sensación de que el mercado se ha roto es inevitable, la inseguridad reinante genera aún más inseguridad, y saben que su proverbial perspicacia está perdiendo aún más valor que el que pierden las acciones que manejan temerosos como nunca.