De nación rica a pobre
El pequeño país de Islandia ha pasado de un éxito económico casi insolente a un estado exangüe al borde de la quiebra en tan sólo una semana
Actualizado: GuardarLa tormenta financiera se abatió con fuerza sobre el Atlántico Norte y en una semana Islandia pasó de ser una nación rica con un éxito económico casi insolente a un país exangüe al borde de la quiebra. «Es una semana excepcional que espero que no volvamos a vivir», declaró el primer ministro islandés, el conservador Geir Haarde, que también afirmó que el país no está al borde de la bancarrota.
Y sin embargo fue él quien el lunes agitó el fantasma de una isla arruinada en un discurso a la nación que dio la nota en una semana en la que abundaron las malas noticias. Frente a un sector financiero hipertrofiado (de ocho a diez veces el PIB) aislado ahora de los capitales extranjeros, el gobierno eligió el método fuerte, incluso dirigista.
Primero se dotó de un arsenal legislativo sin precedentes en Europa otorgando al Estado la posibilidad de dirigir al conjunto del sector bancario y luego anunció la toma de control de los tres principales bancos del país: Glitnir, Landsbanki y Kaupthing, provocando asombro en los medios financieros y poniendo punto final a la confianza que había en la economía islandesa. En ese contexto pidió auxilio a Rusia, con la que el martes negociará un préstamo de 4.000 millones de euros.
Islandia, una pequeña isla de 313.000 habitantes, que no es miembro de la Unión Europea (UE), era hasta ahora uno de los Estados más ricos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). En los últimos diez años, su economía creció como promedio un 4% anual con un salto del 7,7% en 2004.
«El gobierno no ha hecho más que agravar los problemas paso a paso», estimó Benedikt Stefansson, ex economista del banco Landsbanki, ahora en el paro, al igual que cientos de empleados de los 8.700 del sector bancario.
Liberalización
Igual que Gunnar Haraldsson, director del Instituto Nacional Económico, Stefansson acusó al Banco Central y a su gobernador, David Oddsson, ex primer ministro que en los años 1990 impulsó la liberalización del sector bancario. Y explicó que la entidad emisora negó un préstamo en títulos a Glitnir y aconsejó al gobierno que se hiciera con el control del tercer banco del país.
En ese momento, «el derrumbe total del sistema bancario fue inevitable», dijo, antes de hacer hincapié en el deterioro de las agencias de calificación financiera, la caída libre de la corona islandesa y las crisis de liquidez posteriores. «Era perfectamente previsible y podría haberse evitado, aunque hubiera que pagar un precio elevado», aseguró.A pesar de este análisis que comparte la opinión pública, en una mezcla de impasibilidad nórdica y de optimismo, los islandeses de a pie no parecían muy afectados y mucho menos proclives a la rebelión contra la atípica coalición gubernamental, formada por el Partido Conservador y el Partido Socialdemócrata.