Artículos

Psicodrama

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

e ido al cajero automático y la pantalla me dice que elija entre retirar dinero, conocer el estado de mi cuenta o sacar un valium. Es una consecuencia más de esa deriva experimentada por el lenguaje de las finanzas, antes ceñido al frío cientifismo de los números y ahora errante por entre las ambiguas y espinosas palabras de la psicología. La primera impresión que saca uno al abrir las páginas salmón de la prensa es algo confusa. Parece que estuviera ante un manual de autoayuda. Puede leer términos como confianza, inseguridad, debilidad o desánimo donde antes sólo había aquellos imponentes tecnicismos de la jerga bursátil llenos de resonancias anglicistas que hoy suenan ya un poco a risa. No estaría mal si uno de los efectos colaterales del gran batacazo consistiera en la abolición del bullshit económico. Pero tampoco debe extrañar que la crónica de la crisis venga relatada en términos de diván. De un tiempo a esta parte los movimientos especulativos y monetarios habían enloquecido de tal manera que tarde o temprano iba a haber que ponerles la camisa de fuerza. Cuentan que la madre de Marx, preocupada como buena dama burguesa por el futuro de su retoño, le dijo un día a éste: «Hijo mío, en lugar de escribir El Capital podías haberte hecho con un capital de verdad». La mujer fue una de las primeras en darse cuenta de que la ciencia de la Economía era, más que ciencia, una opinión. Un manojo de conjeturas y tal vez de supercherías hábilmente propagado por una panda de charlatanes. Sin embargo todos hemos sucumbido en alguna época de nuestra vida al hechizo de las ideologías basadas en los flujos de riqueza. La Economía gozaba del irrefutable prestigio de las cosas que se tocan, se pesan y se miden. Hasta que un día el dinero empezó a mudar del estado sólido al gaseoso y a partir de ese momento la economía y la lógica emprendieron rumbos divergentes. De aquellos polvos vienen estos lodos. La especulación desaforada, la ganancia fácil, las operaciones de ingeniería financiera y de compraventa virtual, todas esas fantasías creadas en el aire nos han conducido a una casa de locos. En vez de plantear las dudas al asesor fiscal o a nuestro bancario de cabecera como antes, llevamos la libreta de ahorros a la consulta del terapeuta. Es el último recurso.