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Caduca el 'efecto Palin'

Encuestas, analistas y medios de comunicación coinciden en que el carisma de la 'número dos' republicana se desinfla

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El 'efecto Palin' se diluye. La 'número dos' republicana no consigue trasladar a todo el territorio estadounidense la perpetuidad de las nieves de la Alaska natal. Con lo bien que empezó. Aquellos guiños cómplices, las expresiones coloquiales y el acento rural que encandilaron a la convención del elefante rojo en Saint Paul no han logrado traspasar las fronteras del ámbito de los convencidos. Su uniforme de persona común, el encanto de la madre cálida que bebe cerveza en lata y lleva a sus hijos al hockey han sucumbido a los embates de la política nacional y al duro examen de los analistas de columna de los grandes diarios.

Su sonrisa, su dentadura de blanco Miami o su voz aguda y grave al mismo tiempo no bastan al parecer para alcanzar la comunión con el ciudadano medio. La vecina de cualquiera ha pasado a ser una vecina cualquiera. Sus dichos coloquiales no suenan divertidos en la costa este ni en los programas televisivos de máxima audiencia. Ya no es campestre, ya es provinciana para los expertos. Ya no hace gracia que sea una feminista a la que no le gusta el feminismo porque es progresista. Tampoco que prohibiera en las bibliotecas públicas los libros que negaban el creacionismo.

Palin está en horas bajas. Lo recogen los periódicos, lo sienten en su campaña y lo certifican las encuestas. La dulce Sarah ha sustituido en sus discursos los dichos de su abuela por exabruptos. Se ha quedado sin refranes y se limita a volver una y otra vez a Alaska. ¿Señora Palin qué hay que cambiar en Irak para ganar la guerra?, le preguntaron en su última entrevista. «En Alaska yo soy la jefa de las Fuerzas Armadas», contestó. Alaska, Alaska, Alaska...

Se refugia en su casa, donde se siente cómoda, donde se sentía cómoda, porque también allí comienza a ser cuestionada. El escaparate que ha supuesto su candidatura a la vicepresidencia incrementa su protagonismo también de forma negativa. Ahora todos sus conciudadanos saben que despidió a un jefe de policía porque éste no quiso hacer lo mismo con su cuñado, que expropió terrenos para construir edificios privados, que el estado deberá indemnizar a los propietarios... Cosas que antes pasaron inadvertidas, que no traspasaban la frontera de lo banal. Ahora resulta que se detecta una vena de ambición en aquella mujer que consiguió ser la gobernadora más joven de Alaska, aquella que llegaba a la carrera presidencial alejada de la influencia corruptora de Washington.

Incluso el fisco comienza a escrutar sus cuentas. La supuesta costumbre de Palin de cargar a las arcas del gélido territorio gastos de viajes y hoteles en Anchorage, la sede del Gobierno estatal, cuando realmente dormía en su casa de Wasilla es ahora sospechosa. Además, cuanto menos existe un indicio de delito fiscal en su declaración de ingresos de hace dos años, desvelaron desde la oficina estatal de finanzas.