Hostilidad
Se está comentando mucho el numerito que montó María Teresa Campos en su matinal de Telecinco, a propósito de una entrevista al presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Fue la cosa que la Campos aplicó sobre el entrevistado una agresividad tan ostensible que parecía que se lo iba a comer; más aún: llevó la hostilidad al extremo de no dejar hablar al entrevistado, respondiendo la propia Campos a las preguntas que ella misma planteaba.
Actualizado: GuardarA la veterana comunicadora se le fue la mano en la toma de partido, pero aquí hay algo más: un protagonismo improcedente. Eso que se llama objetividad tiene sus límites: es un buen criterio de guía cuando se hace información pura, pero no tiene la misma validez cuando se hace opinión; en el caso de los programas de autor pedir objetividad es un contrasentido, porque se trata de programas basados en la subjetividad. Lo mismo vale para el concepto de neutralidad en el periodista: es exigible en los medios de titularidad pública o en situaciones en las que hay un solo medio, pero no es necesario en paisajes de pluralidad informativa, porque el público escoge en función de sus propias preferencias. Ahora bien, una cosa es que el comunicador deje claro desde dónde habla, y otra muy distinta es que no deje hablar a un entrevistado.
Teresa Campos tiene todo el derecho del mundo a pensar que ya está todo claro en el 11-M, que no se puede poner en cuestión la sentencia de los tribunales y que la Asociación de Víctimas del Terrorismo se equivoca. Pero lo que no puede hacer es formular una pregunta a un señor, interrumpirle cuando éste ha pronunciado tres palabras y, acto seguido, contestar ella misma a la pregunta que antes ha enunciado o, aún peor, acumular preguntas nuevas sin dar tiempo a que el otro responda. No puede hacerlo porque una entrevista, sin entrevistado, es una parodia grotesca; porque el trabajo del comunicador, es entrevistar a otro, no entrevistarse a sí mismo. Y además es poco inteligente, porque da la impresión de que las posiciones de Campos sólo pueden defenderse si se silencia al que piensa de otra manera. En fin: una lección de lo que no hay que hacer.