Colgados de ayer
VUELTA DE HOJA Oí esa expresión por vez primera en un país latinoamericano, cuando aún se le llamaba hispanoamericano. Aludía a la resaca, cuando presenta la cuenta, por segunda vez, lo que bebimos la víspera. Un cierto estado de confusión, la boca seca, una ventolera entre las sienes, un propósito de enmienda y una vaga certidumbre de que una mancha de mora con otra verde se quita. Después de haber bebido un poco de más o sea lo suficiente, es imposible rectificar nuestras costumbres mañana. Hay que hacer nuevos planes para pasado mañana. Quien lo probó lo sabe.
Actualizado: GuardarLa resaca española es de sangre. Fue una embriaguez colectiva que no se disipa así como así. El Gobierno actual, que también tendrá sus revisiones, pretende llevar su plan de revisión de la Historia hasta la Transición y les ha puesto precio a los heroicos combatientes, de ambos bandos. Es difícil tasar a los difuntos, pero hay que reconocer que tiene mucho mérito. No entremos en cifras. Los muertos no tienen libros de contabilidad.
Ni siquiera tienen ese pequeño libro, que es el más importante que escribimos todos en nuestra vida, que es la agenda donde están anotadas las direcciones y los números de teléfono de las personas que nos acompañaron en la extraña aventura de la vida.
Está claro que no nos gusta el pasado y queremos rectificarlo. No es fácil. La única modificación que admite es el perdón, o sea, ver las cosas a otra luz. Y aquí tenemos muy pocas luces. Queremos convertir la Memoria Histórica en un caldo de cultivo de antiguos rencores. Y el que no quiera una taza que se tome dos. Allá nosotros. Sé que hay olvidos inicuos, como hay recuerdos innecesarios. Lo que no sé es si será muy inteligente eso de buscar chivos expiatorios por todas partes en vez de mirar al frente. ¿No será porque estemos todos como una cabra? No sé. Lo cierto es que seguimos colgados de ayer.