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Adiós a 138 años de historia isleña
Las ocho Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul abandonan el hospital de San Carlos para reubicarse en residencias de Chiclana, Jerez y Sevilla La Armada las distinguió con la Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco
Actualizado: GuardarLas ocho Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul cruzaron ayer por última vez la entrada del Hospital General de Defensa de San Carlos. Una entrada cuya plaza fue bautizada, tras el descubrimiento de una placa conmemorativa en el acto de despedida, con el nombre de la congregación,ligada irremediablemente a la historia de San Carlos pues lleva 138 años prestando sus servicios.
Las religiosas desembarcaron en San Fernando el 10 de mayo de 1872 para ofrecer sus cuidados a los enfermos del hospital militar. Fue la primera instalación de estas características que ocupaban y curiosamente ha sido la última que han abandonado. Una decisión que han tomado sus superiores al entender que su atención ya no es tan necesaria como antes, sobre todo tras el uso compartido existente de la edificación entre el Ministerio de Defensa y la Junta de Andalucía.
De esta forma las monjas serán trasladadas a distintas residencias de ancianos, de transeúntes y de enfermos de sida de localidades como Chiclana, Jerez o Sevilla. Sin embargo, entre las ocho se llevan más de 30 años de recuerdos y el afecto de sus compañeros e incluso de la Armada, un aprecio que les demostraron ayer en el acto de despedida donde las religiosas recibieron de manos del almirante de la Flota, Juan Carlos Muñoz Delgado, la Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco por el oficio demostrado.
Fue el director del hospital de San Carlos, José Velázquez, el que dedicó en su discurso las palabras más emotivas para las religiosas al señalar que «aunque costará superar esta conmoción, lo cierto es que salen del hospital para entrar en su memoria».
María Luisa Berrocal, Joaquina Gustos, Catalina Jiménez, María Luisa Molina, Rosario Payán, Luisa Pérez, Gracia Rubio y María del Carmen Virués también recibieron un alfiler con la cabeza de cañailla de parte del Ayuntamiento pues como señaló el alcalde, Manuel de Bernardo. «Miles de isleños agradecen sus cuidados y por ello este símbolo para que lleven la ciudad siempre con ellas».
Las monjas recogieron los obsequios entre lágrimas pues se trataba de momentos difíciles. María Luisa Berrocal ha estado en el hospital 25 años y para ella «resulta complicado despedirse porque tenemos muchos recuerdos y aunque sabíamos del acto no esperábamos este recibimiento de los compañeros». Unos compañeros que no pararon de abrazarse a las religiosas y de desearles suerte en sus nuevos destinos.
La superiora Catalina Jiménez, llevaba tan sólo cuatro años, poco tiempo aunque suficiente para echar raíces y «llevarme buenos momentos de todos».
Seguirán su labor en otro lugar pues como destacó la visitadora de Sevilla, Sor Pilar Rendón, «somos como la Armada en el sentido en que nuestra misión no entiende de puertos fijos».