
La CSU corta las primeras cabezas Ypsilanti, apuesta del SPD en Hesse
El presidente del partido, Erwin Huber, dimite por el revés electoral en los comicios de Baviera
Actualizado: GuardarLa ficticia tranquilidad mostrada por la dirección de la Unión Socialcristiana (CSU) tras el fuerte varapalo electoral sufrido el domingo pasado en su hasta entonces inexpugnable fortín de Baviera se derrumbó ayer. El presidente del partido, Erwin Huber, y su secretaria general, Christine Haderthauer, se vieron obligado a anunciar su dimisión a pesar de que 24 horas antes habían asegurado que se mantendrían en sus cargos para afrontar la tormenta política que se avecina. Ambos dirigentes señalaron que dejarán sus responsabilidades en la formación conservadora a más tardar el 25 de octubre, en el marco del congreso extraordinario convocado por el partido.
El lunes, Huber, aún con las señales del revés sufrido en su expresión, declaró que, aunque no estaba apegado a su cargo, había descartado una «dimisión fulminante». Pero esa misma noche, las aguas se salieron del cauce durante una más que tensa reunión de la Ejecutiva de la CSU y el todavía presidente despertó bruscamente del sueño de seguir al frente del partido. El ver desmoronarse su reinado de mayoría absoluta en Baviera y la obligación de buscar un socio para poder seguir gobernando fueron los detonantes de las primeras caídas de dirigentes. A eso hay que añadir el duro golpe que la debacle electoral ha supuesto para la CDU de la canciller Angela Merkel, necesitada del grupo hermanado para aspirar a mantenerse en el poder.
Ayer, Huber sólo necesitó un minuto y 45 segundos para anunciar una decisión que no sorprendió a nadie. «Pongo mi cargo a disposición del partido y con ello quiero darle la oportunidad de que se renueve su cúpula», señaló. Al dimisionario presidente de la Unión Socialcristiana, un antiguo inspector de Hacienda que sustituyó a Edmund Stoiber hace sólo 13 meses al frente de la CSU, le acompañará en su marcha su más fiel colaboradora, Christine Haderthauer, responsable de la secretaría general.
La cúpula de la formación, para evitar nuevas turbulencias y que se desatara una lucha fratricida en su seno, acordó de inmediato aceptar la candidatura para sustituir a Huber del actual ministro federal de Agricultura, Horst Seehofer, que había intentado sin éxito ser el sucesor de Stoiber hace poco más de un año. En aquella ocasión, Seehofer fracasó en su intento debido a una sucia campaña orquestada por dirigentes anónimos del partido que filtraron a la prensa que tenía en Berlín una amante a la que había dejado embarazada. A Seehofer le faltó tiempo para romper su relación extramarital y lanzarse a la lucha por la presidencia de la CSU, pero la infidelidad arruinó sus planes y decidió volver a su trabajo.
Segunda oportunidad
Pero tras los resultados del pasado domingo vio que la oportunidad le había llegado a sus 59 años. Por eso, presionó a todos los niveles para acelerar la salida de Huber. Y ayer saboreó por fin la miel del triunfo. Dos horas después de que el presidente anunciara su marcha, Seehofer se presentó ante la prensa. Seguro de sí mismo, y con la certeza de que cuenta con el apoyo de los principales líderes de la CSU, anunció su candidatura «por segunda vez» tras la decepción anterior. Pero esta vez, con el cargo al alcance de la mano, el ministro prometió devolver a los bávaros la «confianza en la CSU» y el mito de partido invencible arrebatado en las urnas.
Poco después, Seehofer recibió el apoyo del grupo parlamentario de la CSU en Berlín y también la bendición del ministro de Economía, Michael Glos, un influyente líder de la formación conservadora y aliado de Stoiber. «Horst Seehofer puede conducir con éxito al partido en el futuro», declaró Glos.
El ascenso de Seehofer está pues bien encaminado, a lo que ayuda el hecho de ser uno de los dirigentes más populares de la CSU, con una larga carrera política. Durante seis años fue ministro de Sanidad en el Gobierno Kohl y tras una prolongada travesía del desierto regresó en 2005 cuando Stoiber exigió su presencia en el Gabinete Merkel. A nadie se le oculta que Andrea Ypsilanti, la líder del Partido Socialdemócrata alemán (SPD) en el estado de Hesse, quiere ocupar la jefatura del gobierno regional con la ayuda de La Izquierda, de Oskar Lafontaine. Pero hasta ayer no sabía si el grupo parlamentario de su propio partido en la Cámara regional apoyaría su lucha para desplazar del poder al democristiano Roland Koch.
Tras una votación de prueba, Ypsilanti sonrió cuando leyó el resultado: 41 diputados socialdemócratas votaron a favor de la aventura política de su jefa y sólo una diputada rebelde lo hizo en contra. Una votación similar se llevó a cabo en el grupo de los Verdes, donde los nueve diputados se posicionaron en apoyo de Ypsilanti.
Hace algunos días, los seis parlamentarios de La Izquierda, obedeciendo órdenes de Berlín, también habían dado su respaldo a la candidata socialdemócrata, lo que prácticamente convierte a Andrea Ypsilanti en la futura jefa del gobierno de Hesse.
Pero la decisión de Ypsilanti de buscar el apoyo de La Izquierda provocó una grave crisis en el seno de la dirección nacional del SPD. Antes de las elecciones, su ex presidente, Kurt Beck, había rechazado la posibilidad de gobernar en Hesse junto a la formación de Lafontaine. Pero después de los comicios cambió de opinión y dejó en manos de Ypsilanti la decisión final. Esta postura significó el comienzo de una revuelta interna que acabó con la presidencia de Beck, pero la nueva cúpula de los socialdemócratas evitó otra polémica y señaló que Berlín respetaba las decisiones de la dirección regional de Hess. Aun así, el candidato del SPD a la cancillería, Frank Walter Steinmeier, declaró que el partido rechaza una alianza en el conjunto del país con La Izquierda.