«Siento que mi hogar es la residencia»
«Mi nieto me dice: 'amama, ven a casa', pero ¿qué hago yo allí? Estoy aquí por voluntad»
Actualizado: GuardarEl cafecito de las siete de la mañana es para Sofía Izquierdo una especie de ritual, no se queda a gusto si no se lo toma. Éstas y otras pequeñas cuestiones domésticas como poner la radio de fondo o tomar un baño cada mañana dan forma a su rutina diaria desde hace casi dos años. Cuando decidió ingresar por propia voluntad en la residencia Aspaldiko de la localidad vizcaína de Portugalete. Llegó junto a su marido, aquejado de alzheimer desde hacía nueve años, pero éste murió dos meses después. Y de la noche a la mañana Sofía, de 85 años, se encontró sola y en un lugar que no era su casa. Lo primero fue difícil de superar, pero respecto a cuál era su hogar no tuvo duda. «Mi nieto me decía: amama, ven a casa, pero ¿qué hago yo allí? Ni siquiera volvería a mi propio piso, que aún mantengo. Siento que mi hogar es éste, los compañeros son como una familia, tengo todo hecho y no cambiaría la vida que aquí llevo por nada. Estoy por voluntad propia», insiste.
El suyo es un caso atípico, ya que no es habitual que personas que se valen por sí mismas vivan en una residencia. Más aún cuando tienen, como Sofía, una familia con la que es imposible sentirse sola. «Mis hijos y mis nietos son maravillosos. Me compran ropas bonitas, me llevan al balneario y si no me sacan más es porque no quiero, no me faltan invitaciones. De hecho, mi yerno se enfada porque no voy todos los domingos a comer», relata la mujer, que durante años tiró del carro familiar junto a su marido -regentaban un estanco en Portugalete-.
Con el mismo espíritu y energía con el que sacó adelante a sus dos hijos afronta esta nueva etapa en la residencia. Engrosa el reducido grupo de personas que está allí porque así lo ha querido, sin presiones de la familia. Ejemplos como el de ella, dice Álvaro Mosquera, responsable del Servicio Psicosocial de Aspaldiko, hay pocos pero son muy valiosos. «La gente que viene de manera voluntaria ve la residencia como un lugar donde va a mejorar su calidad de vida, donde va a estar más atendido y se va a liberar de algunas ocupaciones».
Porque aquí, las ocupaciones son otras: el taller de memoria, las clases de gimnasia, las actuaciones en el coro, las excursiones, el cine-forum... y hasta las clases de teatro. «En la obra había papel de princesa, pero yo cojo el de criada, no tengo complejos», se apunta Sofía, que participa activamente en cualquier evento que se organice en la residencia.
No así aquellos que han llegado en otras circunstancias. «Hay mayores a los que ingresan los hijos y vienen de mala gana, a algunos les dicen que sólo estarán hasta que se recuperen pero luego se dan cuenta de que se van a tener que quedar. Otros acaban aquí porque no tienen dónde ir, su familia no puede o no quiere hacerse cargo de ellos. Y a éstos les cuesta más integrarse».