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« Tomás Carranza Se me daban bien los castillos de arena»
-Seguro que era de esos niños que se pasaban los días en la playa levantando castillos de arena.
Actualizado: Guardar- Sí, por lo visto se me daban bien. Tanto que un periódico de la época me sacó una foto junto a uno de ellos y tituló: Un niño feliz.
-Eso sí que es una vocación temprana.
-No, qué va. Yo lo que quería es ser marinero. Tengo mi infancia asociada, entre otros muchos recuerdos, a los paseos con mi abuelo por el muelle, para ver los barcos llegar y partir.
-Confiéselo: hay edificios en Cádiz a los que habría que tirar sólo por feos...
-Yo soy más bien partidario de arreglarlos, mejorarlos, embellecerlos.
-Pero, en caso de derribo, ¿qué o a quién metería dentro?
-Dejaría lo que hubiera, pero no para tumbarlos, sino para que se contagiaran de las ventajas de un contexto mejorado.
-¿Cuáles son los cimientos de su vida?
-La fe, la familia y los amigos.
-¿Alguna vez empezó la casa por el tejado?
-Muchas, demasiadas. Aquí donde me ves soy muy desordenado.
-Todo el mundo se sorprende cuando cuenta que usted...
-Hice una casa para cuatro mujeres.
-¿Casa grande, ande o no ande?
-El tamaño debe ir ajustado a las necesidades de los que van a habitarla. Nada de alardes.
-Un ritual cotidiano.
-Llamar a mi esposa a las tres de la tarde.
-Una manía, antes de comenzar cualquier proyecto.
-Ver el lugar sobre el terreno.
-¿Algún vicio confesable?
-La lectura.
-¿Ahora que reventó la burbuja inmobiliaria, a ustedes les toca apretarse doblemente el cinturón?
-Como a todo el mundo.
-Ser arquitecto en Cádiz ¿es un premio o un suplicio?
-Ser arquitecto en Cádiz sólo puede ser un lujo.