El triunfo de Thabo Mbeki
Casi cuatro meses después de la victoria electoral, con toda probabilidad fraudulenta, de Robert Mugabe y su partido (ZANU-Frente Patriótico), el presidente-dictador de Zimbabue llegó a un acuerdo con la oposición democrática, aceptó compartir el poder y, de hecho, encarriló el país hacia el inevitable fin de su carismático y caótico liderazgo (tiene 84 años y lleva treinta en el poder). El acuerdo fue firmado en Harare en presencia de varios dirigentes de los países vecinos, pero la estrella de la sesión fue, en su calidad de hacedor paciente del arreglo, el presidente de la República Sudafricana, Thabo Mbeki, quien arriesgó mucho de su prestigio al mantener una línea de acuerdo interno e imponerla a los africanos, que rehusaron unirse al boicot internacional propuesto por algunos en Occidente.
Actualizado: GuardarEl acuerdo fue desde el principio, en términos instrumentales, un calco del que permitió resolver la terrible crisis en Kenya, aquel protagonizado por otro africano de peso, el ex secretario general de la ONU, el ghaneano Kofi Annan. En tres palabras consiste en permitir que Mugabe conserve la presidencia y la jefatura de las fuerzas armas; el valeroso jefe del Movimiento Democrático por el Cambio, Morgan Tsavangirai, será primer ministro y tomará el control de la Policía y el tristemente célebre Comité Especial de Seguridad, tenido por responsable de las acciones de intimidación de la oposición.
Al final del recorrido negociador surgió la dificultad de incluir en él a un opositor disidente de Tsavangirai, Arthur Mutambara, que en un momento dado pareció cercano a un submarino presidencial introducido en el campo genuinamente democrático y resistente. Mutambara fue incorporado por Mbeki como una necesidad técnica, aunque con poco entusiasmo. Entre esta facción (tres carteras) y el MDC (13) tendrán 16 ministerios contra 15 para el ZANU. El acuerdo parece detallado, ha resuelto la cuestión clave del control indudable de las poderosas fuerzas de seguridad interior, espina dorsal del régimen, y se supone que los nombres para ocupar los ministerios están también acordados. Pero es aún frágil. Lo suficiente como para que la UE anunciara ayer que esperará un poco antes de levantar las sanciones pero en la esperanza, como dijo Javier Solana, un optimista-posibilista profesional, de que abra una nueva página para Zimbabue.