CALLE PORVERA

Sonrisas y lágrimas

Cada 15 de septiembre me viene a la memoria mi primer día de colegio: los nervios de la noche anterior, la cara de sueño por el primer madrugón y las miradas de otros niños a los que no conocía pero que en dos horas eran ya amigos de toda la vida. Dice mi madre -y algo recuerdo yo- que no lloré ni al entrar en parvulito (antiguo Infantil) ni en primero de EGB (vaya, cómo ha cambiado todo) sino que me dedicaba -siempre he tenido alma caritativa- a consolar a los que más sufrían. Así conocí a mi amigo Ignacio, dándole la mano mientras lloraba incansablemente al ver a su madre alejarse. Yo me limitaba a decirle adiós a la mía por la ventana de mi nueva clase.

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Con esa edad no cuesta tanto conocer a otros niños. Una se acercaba a otra niña y le decía ¿quieres ser mi amiga? Si decía que sí, ya tenías con quién jugar, si decía que no, ibas a otra que estuviera sola. Con algo más de edad y los amigos consolidados, a los niños les hace ilusión estrenar el material nuevo: las mochilas, cuadernos, lápices... y que durara muchos días el plástico rosa que traían las gomas de nata Milán.

Ayer fue el primer día de curso de miles de niños en Jerez. Muy pocos lloraron y la mayoría se pegó enseguida a la señorita formando una larga hilera como la gallina con los pollitos (que nadie se moleste). Pasado el primer momento de desconcierto, los niños se dedican a curiosear los juguetes que hay desperdigados por la clase, a corretear por el patio y a mirar en todos los rincones posibles con una gran sonrisa dibujada en el rostro. En gran medida, son los padres los que pasan más nervios, los que no habrán dormido por la noche pensando en cómo reaccionarán y los que dejan escapar alguna lágrima al decirle adiós al rey de la casa. Ayer no sólo fue el primer día de cole para los niños.