Editorial

Sin convicción

La comparecencia ante el Congreso del presidente del Gobierno, realizada a petición propia para ofrecer explicaciones sobre su gestión de la crisis, desmereció la expectación suscitada dado que la misma apenas arrojó novedades más allá de la reiteración de las iniciativas anunciadas también ante la Cámara Baja el 2 de julio y tras el Consejo de Ministros extraordinario del 14 de agosto. Pero la intervención de Rodríguez Zapatero acabó ofreciendo, paradójicamente, la fotografía más precisa no sólo de las dificultades del Ejecutivo para poder encarar el frenazo económico y superar la soledad a la que la oposición parece dispuesta a confinarlo, sino de su propia impotencia para hacer frente al impacto de un decrecimiento que se ha cebado ya en el empleo y el poder adquisitivo de los ciudadanos. El presidente volvió a sufrir las consecuencias del pecado original que ha supuesto su empecinamiento en negar la crisis y atribuirla luego a factores exógenos: el realismo exhibido ayer, al admitir que se avecinan trimestres «duros y complicados», quedó superado por las previsiones de la Comisión Europea que pronostican la entrada de España en recesión; al tiempo que su insistencia en ligar la potencial recuperación de nuestro país a un contexto internacional más favorable, aun ajustándose a los hechos, contradice la efectividad real que puedan tener las medidas ya impulsadas.

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De ahí que la inesperada afirmación de Rodríguez Zapatero de que no iba a presentar nuevas propuestas porque «no tiene sentido improvisar» no trasluciera tanto el convencimiento de que las iniciativas en marcha resultarán eficaces en un plazo razonable, como la frustración ante la imposibilidad de sobreponerse a los pésimos indicadores económicos. Es dudoso, por lo tanto, que el presidente lograra insuflar la confianza que dijo perseguir, cuando ésta depende de una reactivación del consumo estancado por la elevada inflación. Ni siquiera pareció lograrlo con las dos medidas -éstas sí novedosas- para reanimar la construcción: tanto la creación de dos sociedades cotizadas de inversión que aportarán liquidez al mercado inmobiliario, como la concesión de créditos ICO a cambio de que los promotores fomenten el alquiler cuestionan el compromiso del Gobierno de que no intervendría artificialmente sobre el necesario reajuste de un sector básico para el sostenimiento del empleo. Rodríguez Zapatero identificó como prioridad la lucha contra el paro, pero sin que el plan previsto de recolocaciones se viera complementado por una apuesta más concreta por el trabajo cualificado y la formación orientada a la productividad. Es cierto que la solvencia de las cuentas públicas aún deja un margen del que carecen otros países europeos. Pero ayer quedó patente la falta de convicción del Ejecutivo en sus propias alternativas y el lastre que supone no haber advertido a los ciudadanos de la crisis con la suficiente anticipación y sinceridad.