Opinion

El sabor de toda la vida

Antonio Guerra cultiva tomates de viña en su finca Santa Isabel, una tradición que se remonta a los antecesores de este agricultor de 77 años

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«Los tomates que se venden en el supermercado no saben a ná». Así de claro habla Antonio Guerra, un agricultor jerezano de 77 años que lleva toda su vida cultivando tomates de viña, una variedad autóctona que no necesita más agua que la que cae del cielo y que crece en las tierras albarizas de las viñas del Marco. «Con estos tomates -dice Antonio mientras se agacha con una sorprendente agilidad para coger algunas piezas de la mata- es como sale bueno el ajo, la sopa de tomate y las papas a la cochambrosa».

La recuperación de productos como éste es el objetivo del proyecto Tierra Culta, que desarrolla el Grupo de Desarrollo Rural (GDR) de Ronda y en el que participa su homónimo en Jerez. En esta zona, el organismo eligió cultivos relacionados con la vitivinicultura que no se comercializan abiertamente y pueden estar en peligro de extinción porque son muy minoritarios. «Tratamos de ponerlos en valor, de hacer ver a los agricultores que lo que siembran es muy valioso», explican desde el GDR. Los tomates que cultiva Antonio en su finca Santa Isabel, en las inmediaciones de la carretera de Morabita, «no son un híbrido sino una variedad autóctona de secano». En el caso de Antonio Guerra, la tradición viene de antaño ya que los frutos de ahora proceden de los que sembraban sus padres: «Tienen más de un siglo porque ya los cultivaban mis padres y yo ya voy por los 77», cuenta mientras señala el pedazo de albariza que ha destinado a las tomateras. En Jerez, solamente dos agricultores conservan esta variedad, aunque Antonio asegura que «los vecinos me han pedido planteras».

La intención el GDR de Jerez para recuperar este cultivo es «hacer actividades, por ejemplo, degustaciones, para que la gente conozca el tomate de viña». Este organismo presta asesoramiento a Antonio Guerra aunque reconocen que «lo cierto es que nos asesoramos mutuamente», dada la vasta experiencia del agricultor en la materia.

Alacena natural

Varias docenas de cuelgas de tomates penden del techo en casa de Antonio Guerra, tiñendo de rojo intenso toda la estancia y proporcionando un aroma inigualable. «Me durarán todo el año y más de una vez he ido a recoger los nuevos y todavía teníamos aquí colgados del año anterior», explica. «Ahora es un lujo aunque estaba casi perdido». El agricultor obtiene cada campaña alrededor de 160 cuelgas de tres kilos cada una, todas sanísimas: «He probado otros tipos de tomate pero se pican y se estropean pronto», indica.

«Pongo las planteras en enero y en marzo las siembro -cuenta con detalle este padre de seis hijos y abuelo de cuatro nietos-. Después recojo los tomates en verano». Los cuidados que necesitan las tomateras una vez sembradas son pocos. De hecho, a Antonio le han crecido matas donde menos se lo esperaba porque habían caído por azar algunos restos.

vmontero@lavozdigital.es