VÍTORES. John McCain recibió 27 ovaciones en los 48 minutos que duró su discurso. / AFP
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McCain busca los votos del centro

El candidato republicano promete gobernar con demócratas e independientes

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Ahora que la elección de Sarah Palin ha contentado a la base ultraconservadora del Partido Republicano, John McCain puede dedicarse a ser el viejo independiente que atraerá los votos de centro el próximo 4 de noviembre. Eso es lo que hizo el jueves por la noche durante su discurso de coronación, cuando reclamó su historial de trabajo bipartidista y prometió un gobierno de reconciliación que incorpore demócratas. «Tengo el historial y las cicatrices que lo prueban», recordó. «Obama no».

Sin duda tenía en mente a su amigo Joe Liberman, que casi llega a la Casa Blanca con Al Gore en 2000. El senador demócrata tuvo que hacerse independiente en 2006 para defender su asiento en el Senado, después de perder las primarias de su partido. Según todos las fuentes, Lieberman era el favorito de McCain para la vicepresidencia, pero como eso no hubiera contentado a las bases del partido optó por cubrir ese frente con la gobernadora de Alaska que tanto aman los evangélicos.

Lieberman, un judío ortodoxo, es de las pocas personas que visitó a Palin en los días de retiro que guardó en Saint Paul mientras ensayaba su discurso, acompañado de líderes de los lobbies judíos que la están educando sobre la política israelí. El senador, cuyo nombre se baraja como futuro secretario de Estado, también acompañó a McCain durante el paseíllo que diese por el escenario horas antes de su discurso de coronación, donde le asesoró sobre la puesta en escena. Lieberman es la mejor herramienta de McCain para ganarse a los demócratas insatisfechos con la nominación de Obama y a los independientes que inclinan la balanza en un sentido o en otro.

A ellos les hablaba el jueves el candidato republicano cuando mencionó la palabra «cambio» diez veces, en comparación con las 17 que utilizase Obama en su discurso de Denver. Por mucho que presuma de cicatrices, la derrota de Hillary Clinton en las primarias demócratas ya demostró que lo que buscan los votantes este año es el cambio que acuñó Obama. Como hiciera Bush, que se presentó en 2000 como el gran unificador, McCain promete acabar con el partidismo de Washington que impide solventar los problemas, sólo que él lo avala con sus 25 años de experiencia en el Congreso.

Para deleite de sus antiguos fans en la izquierda, McCain se permitió amonestar a los miembros de su partido que «sucumbieron a la tentación» de la corrupción y que «en vez de ir a Washington a cambiar Washington, se dejaron cambiar por él». The New York Times, que le respaldó durante las primarias republicanas, se congratulaba de que hubiera vuelto a escena «el viejo McCain que respetábamos desde hace tanto tiempo», en lugar del candidato del miedo y los ataques sucios.

Todos los analistas coincidían en que el mayor éxito de su flamante vicepresidenta ha sido liberarle de la necesidad de contentar a las bases ultraconservadoras para poder dedicarse a partir de ahora a ser el candidato independiente. El único republicano que según los expertos puede ganar las elecciones este año, cuando se retira el presidente más impopular de la historia desde Nixon.

Conciliador y patriota

McCain también se ha liberado de la necesidad de rendir pleitesía a un hombre que en su partido sigue siendo muy popular. No hubo sitio para Bush en su ronda de agradecimientos, donde, sin embargo, felicitó afectuosamente a su esposa, Laura, «un modelo de elegancia en público y en privado», y a sus padres, «el 41 presidente y su esposa durante 63 años, por su extraordinario ejemplo de honorable servicio a nuestro país». También expresó su respeto y admiración por el senador Obama y sus seguidores, porque «todos somos estadounidenses, y para mí esa es una asociación que vale más que ninguna otra cosa».

El senador de Arizona, cuya campaña todo el mundo daba por muerta hace un año, prometió más perforaciones petroleras y centrales nucleares para acabar con la dependencia energética, establecer buenas relaciones con Rusia, pese a que tachó a sus líderes de corruptos, y convertir la reforma de la educación en «la lucha por los derechos civiles del siglo XXI», un tema clave para las votantes femeninas. Pero lo que brilló por su ausencia fue una mención a la reforma migratoria que tanto irrita al partido, o soluciones para el cambio climático que sus correligionarios quieren dejar en manos de Dios. Como resultado, recibió 27 ovaciones en los 48 minutos que duró su discurso, culminado con una lluvia de globos y papelillos.