Yusuf Raza Gillani. / AP
MUNDO

Tensión en Pakistán tras el atentado fallido contra el primer ministro

El viudo de Bhutto, favorito el sábado para suceder a Musharraf

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Ser dirigente político es, si cabe, más peligroso en Pakistán que en ningún otro lugar del mundo. Los terroristas del país asiático, también incluidos en la franquicia de Al-Qaida, son muy aficionados a los magnicidios. Cuando todavía no se ha cumplido el primer aniversario del atentado que costó la vida a la anterior primera ministra del país, Benazir Bhutto, su sucesor estuvo a punto de correr ayer la misma suerte.

Pero esta vez, los asesinos -talibanes, según la última reivindicación- estaban mal informados. Equivocaron la ida con la vuelta y Yusuf Raza Giulani salvo su vida. El jefe de Gobierno no se encontraba en el interior de su coche oficial, tiroteado desde una colina. Los dos disparos que entraron por la ventana del conductor no llegaron a alcanzar a nadie.

El convoy gubernamental se dirigía hacia el aeropuerto de Islamabad a recoger a Giulani cuando fue objeto de la emboscada. El primer ministro regresaba de Lahore, en el este de Pakistán, donde había participado en un acto electoral previo a las presidenciales que tendrán lugar el sábado. La cita con las urnas -restringida al Parlamento- evita este elemento de distorsión. Le sobran otros muchos que vive el país asiático sumido en una desestabilización perenne tras la dimisión del general Pervez Musharraf.

Dos rivales

El jefe de estado que le sustituirá saldrá dentro de dos días de las votaciones que se celebrarán en la Cámara baja y las cuatro asambleas provinciales. Treinta y dos candidatos presentaron su propuesta a la Comisión Electoral en el plazo oficial, cerrado el 28 de agosto. Veinticuatro fueron desestimados y de los ocho restantes sólo tres contarían con alguna opción. Realmente dos: Asif Alí Zardari, viudo de Bhutto y su sucesor al frente del Partido Popular de Pakistán, el mayoritario: y el antiguo juez Saeeduzaman Siddiqui, hombre de paja de Nawaz Sharif, el verdadero líder de la Liga Musulmana, la otra gran formación del país. Mushahid Hussain, heredero de Musharraf en la Liga Paquistaní Musulmana, parece carecer de opciones si se tiene en cuenta la mala imagen dejada por el anterior presidente.

La lógica obligaba a una coalición entre las dos principales fuerzas para consensuar al nuevo jefe de estado, pero el noviazgo que permitió formar Gobierno tras las legislativas de febrero, acabó la pasada semana. La restauración de los jueces del Tribunal Supremo expulsados en 2007 por Musharraf desencadenó la ruptura.

Cargos de corrupción

Sharif acusó a Zardari de incumplir su promesa en este sentido y dijo que con ello se veía también validado para romper el acuerdo de apoyo al viudo de Bhutto en las presidenciales. Los analistas políticos creen que si todos los magistrados recuperan sus cargos corre peligro la amnistía que permitió a Zardari y a su esposa regresar al país en 2006. El candidato estaría expuesto a volver a ser procesado por cargos de corrupción.

Y, además, la confusión política se sazona con un nivel de violencia que alcanza cotas históricas. Los combates entre fuerzas del Ejército y supuestos insurgentes más o menos talibanes se cobran cada día medio centenar de muertos. Y, además, las tropas estadounidenses que ocupan Afganistán siguen en su afán de engrosar las estadísticas de muertos. Ahora se han aficionado a cruzar la frontera y ayer volvieron a cebarse con la población civil. Al menos veinte miembros de una tribu de Waziristán del Sur cayeron bajo el fuego de tres helicópteros que atacaron de madrugada la población de Angurada. Entre las víctimas no faltaron niños y ancianos. El Pentágono sólo reconoce «siete víctimas inocentes».