VUELTA DE HOJA

La señora Palin

L a candidata de a su vez candidato McCain es una mujer muy hermosa. Tiene 44 años, una edad que cuenta con muchos adeptos entre los corruptores de mayores, pero también tiene muchas manías: es decidida partidaria de la pena de muerte y acérrima enemiga del divorcio y de los homosexuales, profesa una gran simpatía por los rifles y no le gusta que se hable de creacionismo en las escuelas.

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Sólo sabremos más tarde si el heroico y colérico McCain se ha equivocado en su elección. De momento, sólo sospechamos que la señora Palin se ha equivocado de siglo.

Para corroborarlo y para que vayamos haciéndonos una idea de hasta qué punto Sarah Palin está sorda para oír la melodía de su tiempo, en sus primeras declaraciones como candidata se ha echado encima a los ecologistas, que son pesadísimos. Ha dicho que no atribuye el cambio climático a la actividad humana. Ni su admirado Bush había llegado a tanto. Está dispuesta a apoyar las perforaciones petrolíferas en la Reserva Natural del Ártico y la continuidad de la guerra en Irak. Quizá han sido estas convicciones las que han cautivado a McCain, que sufrió cinco años de cautiverio en Vietnam. Son dos personas admirables, pero peligrosísimas porque jamás han dudado. Sus creencias son tan firmes que, en caso de derrumbamiento, los cascotes nos pueden caer encima a todos, incluso a los que vivimos en las más lejanas provincias del Imperio. La elección del César, a los 72 años, que es una edad más apropiada para mostrar indulgencia con los nietos que para exhibir ambiciones políticas, depende del pueblo americano, que contiene 80 millones de evangelistas. Él es, o fue, un gran soldado. Ella representa una fusión entre la bella y la bestia, pero que nadie dude de la capacidad de ninguno de los dos. Una pareja así es capaz de todo.