RUMBO A DENVER. Obama sube a su avión en el aeropuerto de Chicago. / AP
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El miedo al espejismo de Obama

El candidato demócrata afronta su convención con las dudas que ha despertado entre sus seguidores

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Una vuelta por las hemerotecas españolas para ver los periódicos del 3 de noviembre de 2004 nos sorprendería con una portada de ficción en la primera edición de un prominente rotativo nacional: «John Kerry es elegido nuevo presidente de Estados Unidos». Tan convencidos estaban los españoles de que George W. Bush no podía ser reafirmado en el cargo después del fiasco de las armas de destrucción masiva en Irak que algunos compañeros de profesión se lanzaron con el titular en cuanto encontraron una encuesta a pie de urna que les diese la razón.

Han pasado cuatro años de aquello. Nadie se acuerda ya de Kerry. Más guerras, más huracanes, más libertades mermadas en nombre de la seguridad nacional. Y una vez más, parecemos abocados a repetir la historia. Hace ya meses que en España se da a Barack Obama como seguro nuevo inquilino de la Casa Blanca, aunque esta vez los españoles no estamos solos en nuestro delirio. Más de 200.000 alemanes aclamaron al candidato demócrata en el parque Tiergarten de Berlín.

¿Hay alguna base científica para tanta convicción?. Desde que Obama ganase la nominación del Partido Demócrata el pasado 3 de junio siempre ha mantenido una ligera ventaja sobre el republicano John McCain en la media de encuestas nacionales que hace la cadena CNN. En la actualidad sólo se llevan un punto, que desaparece cuando se tiene en cuenta que la mayoría de los sondeos estiman un margen de error de alrededor del 4%. Eso deja a ambos candidatos en empate técnico durante la mayor parte de la campaña. Algunas prospecciones muy respetables, como el que encarga la agencia Reuters a Zogby, colocaba esta semana al senador de Arizona cinco puntos por encima del hombre al que los europeos ya dan trato de jefe de estado.

«Contra las cuerdas»

«Está claro que el senador de Illinois está contra las cuerdas», sentenció el analista jefe de esa firma en sus conclusiones previas al gran encuentro que los demócratas inauguran hoy en Denver (Colorado). John Zogby atribuye la pérdida de liderazgo de Obama al desencanto de los votantes más jóvenes y liberales ante el giro hacia el centro que ha experimentado su candidato tras asegurase la nominación del partido frente a Hillary Clinton.

Para ubicar históricamente lo que supone esa mínima ventaja de un punto para Obama, conviene repasar a otros demócratas que pasaron por su situación electoral. Por ejemplo, en agosto de 1977 Jimmy Carter le sacaba treinta puntos a Gerald Fox, pero en noviembre le ganó por sólo uno. Mikel Dukakis aventajaba a George Bush padre por diecisiete puntos en julio de 1988, pero en las urnas quedó en números rojos. Obama está incluso peor que su mentor John Kerry, que llegó a la Convención Demócrata en julio de 2004 con dos puntos de ventaja sobre George W. Bush, pero perdió ese 2 de noviembre.

En realidad los republicanos se han impuesto implacablemente en las urnas de EE UU desde que Richard Nixon venciese al sucesor de Kennedy, con apenas dos excepciones en cuatro décadas: la apretada victoria de Carter y el fenómeno Bill Clinton. Ambos políticos era hijos del sur capaces de conectar con esa América Profunda que toma las riendas del país el primer martes de noviembre cada cuatro años. Cualidades que los distancian mucho de este candidato criado en Hawaii e Indonesia.

Frente a los fiascos de Carter, Dukakis o Kerry en los sondeos, Obama tiene una ventaja: todavía puede aprovechar la plataforma de despegue de Denver para distanciarse de su rival. En la concentración del partido, los demócratas tendrán que entusiasmar a sus seguidores para alinearlos en torno al candidato sin fisuras.

La mejor arma de Obama es David Axelrod, el estratega jefe de su campaña que le guió victorioso durante el enfrentamiento con la ex primera dama y que ha reclutado 1.4 millones de voluntarios para movilizar el voto.