ALEGRÍA. Iker Romero abraza a David Barrufet en pleno éxtasis por la victoria ante Croacia. / AP
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Un partido para enmarcar

España se hace con la medalla de bronce tras desquiciar a Croacia en la segunda parte

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El equipo español de balonmano abrió el tarro de las esencias al final del torneo. Ante los croatas, campeones olímpicos en Atenas, no admitieron especulaciones como frente a Islandia en la semifinal, ni en la mentalidad con la que salió el equipo a la pista ni en el juego. Tanto fue así que incluso hasta cuando fueron por detrás en el marcador se sintieron superiores. No había duda de quien iba a ganar el partido y la segunda mitad no hizo sino corroborar la teoría. Al final, 35-29 para España, que cierra un ciclo olímpico espectacular con un campeonato mundial, un subcampeonato europeo y un bronce olímpico, el tercero en los últimos cuatro Juegos.

Las dudas sobre lo que podía dar España de sí sólo aparecieron en los primeros minutos. La debacle ante Islandia había hecho que todos los esfuerzos se concentrasen en cerrar bien la defensa y jugar con tranquilidad delante, sin arriesgar nunca el pase. Primaba la fijación de las marcas. Tanto que el marcador tardó tres minutos y medio en moverse (Balic), que España necesitó un minuto más en hacer su primer tanto (1-1) y que estuvo ocho minutos hasta que llegó el segundo.

El 6-0 defensivo planteado por Pastor maniató bien a los lanzadores de media distancia croatas, sujetó bien al pívot que intentaba abrir lo más posible el juego, y cerró las bandas casi a la perfección. Además, ya se sabe que cuando la defensa funciona el portero destaca más que nadie y ayer Hombrados estuvo sensacional. Sólo el juego de Balic mantenía con vida a los croatas.

El único lunar del equipo español surgía en el ataque, donde se tiró mucho y mal. Así, en la primera parte, lanzó 28 veces a puerta, de los que 12 balones acabaron en gol, el meta Losert detuvo siete lanzamientos, cuatro fueron bloqueados por la defensa y dos se marcharon fuera. Menos mal que se corrigió el error de la pérdida de balones. Sólo cuatro en esta primera parte, lo que ante los islandeses se había producido en únicamente cuatro minutos.

Que el partido cayese del bando español sólo era cuestión de tiempo. Tanto como 21 minutos, momento en el que un gol de Juanín puso el 10-9 para España en el marcador. Si al descanso se llegó con un 12-14 para Croacia fue sólo porque en tres minutos se falló un penalti, Tomás erró en un ataque y se perdió un balón. Errores puntuales en un tiempo concreto. Pero el equipo español estaba más entero y lo demostró en la segunda mitad. Hombrados se aposentó aún más si cabe en la puerta; Tomás marcó dos goles de contragolpe que igualaron el partido con rapidez, se abrió el juego a los extremos donde Juanín comenzó a adquirir el protagonismo que ha tenido siempre, y Prieto comenzó a jugar a lo Uríos (balón que llega, balón que acaba en gol o penalti). El 21-19 (m. 42) ya invitaba más al optimismo.

Problemas croatas

Sobre todo porque los males internos que afectan a los jugadores croatas comenzaron a aflorar. De todos es sabido que serbios y croatas juegan espectacular y pueden ser campeones de todo siempre que vayan con el marcador por delante. Cuando no es así las cosas se tuercen. De entrada, Balic, el motor del equipo, discutió con su entrenador en el banquillo. No trascendió lo que se dijeron, pero el hecho es que el genial ex jugador del Portland ya no apareció más en pista. Sin él, el equipo perdió la dirección. Nadie quería tomar ninguna responsabilidad. Sólo Lackovic cogió la del lanzamiento. Pero la defensa española le frenó en seco. Por eso, Croacia se frenó en el gol 22 (23-22 para España, m. 49), tardó cinco minutos en hacer el siguiente y España le endosó un parcial de 5-1 que sonó ya a definitivo.

Con el marcador en contra, la secuencia era siempre la misma: los croatas intentaban el ataque rápido y España jugaba más pausado. A los primeros les perdieron las prisas; y en los españoles los brazos de Alberto Entrerríos y Romero comenzaron a funcionar con la efectividad letal a la que nos tienen acostumbrados.

De ahí al 35-29 final fue todo un paseo. A Barrufet le dieron minuto y medio para despedirse y fue manteado al final por sus compañeros. Para él se acabó la selección. Como para Juan Carlos Pastor, que acaba su contrato. El presidente, Jesús López Ricondo no quiere amarrar al seleccionador hasta que no supere (si lo consigue) las elecciones presidenciales para no hipotecar al futuro presidente. El ciclo Pastor no ha podido ser más productivo.