AL AIRE LIBRE

Crónicas Padovanas (IV)

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

medida que pasan los días y doy forma a estas crónicas, me doy cuenta de la imposibilidad de poder apretar en estos espacios la amplitud de las experiencias y sensaciones que nos transmite la ciudad; de describir merecidamente sus monumentos y bellezas; opto, pues, por la casi telegráfica narración de nuestros periplos artísticos y ciudadanos; de nuestro cotidiano encuentro con el Palazzo Della Ragione, con la Piazza delle Erbe o la Piazza Della Frutta, con sus puestos y sus gentes, abigarrada vida comercial que al caer la tarde se transforma en calmosa juventud que disfruta del conocido y popular Aperol, una bebida anaranjada y amarga parecida al Martini, de la que damos cuenta aquí y en otros lugares; de nuestro deslumbramiento ante la Capilla de los Scrovegni, sin duda una de las joyas padovanas y mundiales del arte, cuyos frescos interiores fueron obra del Giottto por encargo de Enrico Scrovegni, quien pretendía deshacer y expíar la fama de usurero de su padre. Hemos tenido la suerte de verla tras una reciente restauración, para así poder apreciar en todo su esplendor el genio medieval de este gran artista; suerte que no puede extenderse a los frescos de Andrea Mantegna de la Iglesia de los Eremitani, en los que se escenificaban escenas de la vida de San Jacobo y San Cristóbal, y el martirio de ambos: las gracias, es un decir, hemos de dársela al avión norteamericano que en 1944 arrojó una bomba que los destruyó en su mayoría, excepto los de la Capilla Ovetari; resulta sobrecogedor contemplar la destrucción provocada y conservada tal cual a lo largo de los años, pese a los proyectos de restauración casi íntegra; como también, y en otro orden de los fenómenos atmosféricos, resultan sobrecogedoras las tormentas veraniegas que azotan de vez en cuando Padua, con sus granizos estrellándose y provocando un ruido infernal, y sus rayos y truenos sacudiendo el cielo y los cristales de nuestro apartamento; la otra tarde llovió y nos refugiamos en el Patio Antiguo del Rectorado; tuvimos así la dicha de ver la lluvia cayendo sobre las viejas piedras, mientras un olor a siglos se extendía nuestro alrededor; como se extienden cada mediodía las ceremonias de Laurea o Licenciatura de estudiantes al aire libre, con el laureado disfrazado, bebido y obligado a dar un discurso a familiares y amigos, mientras una gigantesca caricatura cuelga junto a él y suena el cántico más popular: «Dottore, Dottore, Dottore del buso del cul ».